
El gobierno del sanchismo comenzó con el apoyo de los separatistas catalanes a su moción de censura cuando ya la legislatura estaba agotada. Y tras ocho meses de cesiones al populismo y al separatismo, Sánchez ha puesto punto y final a la legislatura. Y Sánchez lo ha hecho porque ha comenzado a vislumbrar el enorme coste político que tenían, para él y para el PSOE, las nuevas cesiones. Por ejemplo, la vicepresidenta Calvo ya había ofrecido la mesa extraparlamentaria con relator para que las partes abordasen cualquier tema que estimasen oportuno (como la autodeterminación de Cataluña). O la delegada del Gobierno de Sánchez en Cataluña, María Teresa Cunillera, al igual que el líder del PSC, Miquel Iceta, se habían mostrado claramente partidarios de indultar a los políticos presos por dar un golpe a la Democracia en Cataluña en caso de ser condenados por el Tribunal Supremo.
Sánchez no sólo se ha apoyado, con las inevitables cesiones, en el independentismo, sino también en el populismo de Podemos y sus franquicias territoriales. Y aún así, la falta de iniciativa y competencia del gobierno hace que el balance de estos meses sea más bien pobre. Probablemente, los españoles hayamos tenido suerte porque podía haber sido peor, mucho peor. Pablo Iglesias ha influido mucho en la política presupuestaria, pero no ha sido vicepresidente. Y, afortunadamente, los presupuestos que incrementaban los impuestos y dejaban el déficit sin control no se han aprobado.
También el PNV, a cambio del apoyo de sus cinco diputados, pactó con Sánchez treinta y una nuevas competencias para el Gobierno Vasco. Estas nuevas competencias incluían la transferencia del control de las prisiones al Gobierno Vasco, quizás una de las noticias que con más alegría hubiesen recibido los presos de ETA. Seguramente muchos socialistas de toda España estén tan conformes con esta política filonacionalista de Sánchez como con la foto de la secretaria general del PSE-PSOE, Idoia Mendía, con Arnaldo Otegi.
Pero, afortunadamente, Sánchez no ha tenido tiempo ni votos para llevar a cabo todas estas cesiones. Ahora bien, si Sánchez el próximo 28 de abril tiene los votos suficientes repetirá el gobierno Frankenstein, aunque sólo sea porque no tiene otra opción. Después de haber orientado su política económica al populismo no puede esperar concluir ninguna alianza ni con el centro, Ciudadanos, ni con los conservadores del PP. Pero lo que impide cualquier acercamiento con los partidos constitucionalistas es que Sánchez siga realizando cesiones, que algunas podrían ser irreversibles, al nacionalismo extremo y a los separatistas: a los que quieren destruir España.
En las próximas elecciones, los españoles nos jugamos mucho. Porque no sólo está en juego la cuestión de si Sánchez reeditará su gobierno Frankenstein con populistas y separatistas. Además, los españoles tendrán que decidir si confían el gobierno a los conservadores del PP o a los liberales de Ciudadanos. Esto es relevante por bastantes cuestiones, pero una de ellas es fundamental: la economía. Aquí, el balance del sanchismo ha sido especialmente dañino. Sánchez, tras la moción de censura Frankenstein, heredó gracias a los presupuestos de Cs y el PP una economía que crecía cerca del 3% y los objetivos de déficit de 2017 cumplidos. Incluso, a propuesta de Cs, se había aprobado una importante rebaja del IRPF para los trabajadores de menos renta. Ahora, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha reconocido que "el nuevo Gobierno tendrá que realizar ajustes."
Montero ha cifrado este desvío del déficit en 2019 nada menos que en 13.800 millones de euros. Como los presupuestos incluían subidas de impuestos por 5.600 millones, esto supone que el agujero de los Presupuestos que ahora reconoce Montero es de 8.200 millones, un 0,7% del PIB. Esto significaba que, como adelantó la Oficina Económica de Ciudadanos, los presupuestos-farsa de Sánchez no se ajustaban ni a la Senda de déficit aprobada por las Cortes Generales, 1,3%, ni tampoco a la rechazada del 1,8%, sino que excedían del 2%. Y, por cierto, todo esto sin contar que las subidas de impuestos estaban hinchadas en más de 2.600 millones de euros, según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal.
Con este panorama de una economía que se ralentiza, riesgos en el exterior como el Brexit y un agujero de más de 13.800 millones de euros, hay que proponer políticas económicas responsables. En una situación aún peor, en 2011, el PP de Montoro y Rajoy prometió bajar impuestos. A la semana de llegar al poder, el PP acometió la mayor subida de impuestos de la historia. Ahora, el presidente del PP Pablo Casado promete que lo primero que hará si llega a La Moncloa será impulsar una rebaja fiscal para bajar "todos los impuestos". Decía mi abuela que nadie promete más que el que sabe que no va a cumplir. Pero desde luego, aún peor sería un gobierno de alguna fuerza extraparlamentaria que no tiene secretario de economía, ni programa económico, ni nada que se le parezca.
Ante todo esto (populismo de izquierda y de derecha, separatismo, y en suma, todo tipo de promesas irrealizables y cuentas y cuentos de Antoñita La Fantástica), Ciudadanos propone una política económica responsable y seria de reformas, rebajas fiscales que se pueden pagar y unidad de mercado. Desde Ciudadanos creemos que los mejores días de España están por llegar, que podemos y debemos mejorar lacras como el desempleo, y que podemos recuperar el crecimiento. Creemos que esto es lo que realmente preocupa a los ciudadanos. Todo esto no sólo es compatible con mejores políticas sociales, sino que una buena política social sólo puede hacerse si hay crecimiento, y por tanto se puede pagar. Es lo que podemos y debemos ofrecer a los españoles.
Desde Ciudadanos, hace ya ocho meses dijimos que la legislatura estaba acabada: Ni PP ni PSOE quisieron escuchar. El bipartidismo caduco puso por delante sus intereses particulares y nos obligó a vivir estos ocho meses de agonía e indignidad. Entonces, el PP prefirió que gobernase Sánchez a elecciones. También hace ocho meses Sánchez prefirió independentistas a elecciones. Tras ocho meses de rumbo hacia ninguna parte, por fin los españoles pueden decidir su gobierno y la política que quieren. Hemos pasado del tiempo del sanchismo al tiempo de las elecciones. La noche quedó atrás.