Opinión

Crispación en la política y las relaciones sociales

Santiago Abascal, líder de Vox

Si hay una palabra que mejor describa el estado de ánimo que desde hace algunos años se ha instalado en la política y en las relaciones sociales es la de crispación. Una crispación que se manifiesta de manera creciente, tanto en el discurso político como en el debate mediático, sin olvidar tampoco el tumultuoso mundo de internet.

Una de las múltiples causas que sin duda está en la base de la crispación política es la ausencia de horizonte más allá del proceso electoral más cercano. Centrar los esfuerzos, los esquemas organizativos y hasta la visualización de las aspiraciones programáticas en el incremento de la presencia institucional, es situar el enfoque en lo puramente personal.

A partir de ahí toda la troupe mediática y política, con su cohorte de encuestas, perfiles de liderazgo y recuento de tendencias grupales, desdibuja el papel central que debiera ocupar el proyecto -caso de haberlo- y lo suplanta por una pasarela de famosos con las circunstancias personales de cada uno. Toda una feria de vanidades. Las candilejas pasan a ser el nudo de la obra a representar.

En esa competición entre actores sin planteamiento, nudo y desenlace que transmitir al espectador, es la brillantez del actor o de la actriz o el dominio sobre los recursos escénicos lo único que cuenta. Y no hay nada más deprimente y vacuo que una trifulca entre primas donnas entre bastidores. Y, peor aún, en el escenario. La crispación se apodera de la escena y la llena por completo.

Mi experiencia política me ha enseñado a base de errores propios y ajenos, que cuando se discute una razonada, pormenorizada y concreta propuesta el nivel del debate sube y se constituye en un aprendizaje mutuo entre los debatientes. Podrá haber tensión, pugnacidad o incluso exaltación, pero la crispación apenas aparecerá. Al menos por parte de quien plantea un proyecto, una propuesta o una exposición concreta y con brillante oratoria forense.

Los enfrentamientos políticos cargados de descalificaciones, argumentos ad hominen o imputaciones de intencionalidad no sólo degradan la política sino que convierten al ciudadano o al militante de base en seguidores de una bandería o una facción. Y no serán personas que tienen un proyecto de sociedad o una propuesta sobre tal o cual asunto. La Política deviene en espectáculo de circo romano.

Y si a la falta de proyecto político o a la veladura del mismo le añadimos el cinismo que suele acompañarlas, la crispación se convierte en un hábitat emocional que impide total o parcialmente el ejercicio de la crítica serena y argumentada. El debate político, la tertulia mediática o las redes devienen en receptáculos de odio, crispación y desesperación.

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