Opinión

La otra casi similar transición

  • El desarollo hacia la democracia en España ha establecido enlaces
Foto: Getty.

En estos momentos, con motivo del cuarenta aniversario de la Constitución española, se ha celebrado el triunfo de una Transición, la española, o sea, el paso de un régimen político basado en un partido político único y todo un conjunto de planteamientos autoritarios. Dentro de él se había avanzado en la política económica española, aceptando como base de ésta un incremento del papel de la economía libre de mercado y, simultáneamente, una apertura notable al exterior, entendido esto además como fundamento esencial para el progreso material.

Se rompió así, a partir de 1957, todo el habitual planteamiento de la vida productora española, creada desde el inicio del llamado modelo castizo, puesto en marcha por Cánovas del Castillo a partir de 1874, y consolidado por los políticos dirigidos sucesivamente por Dato, Maura, Cambó, Calvo Sotelo, Chapapietra, Suanzes y Gual Villalbí. El cese de éste como ministro en 1959 y el papel creciente de Ullastres marcaron el cambio de rumbo que, como es bien sabido, se consolidó a partir de 1976, tras la muerte de Franco, en el proceso de la Transición y que llega hasta ahora mismo. Todo ello presidido por dos realidades notables: un proceso democrático occidental típico y una economía comunitaria, cuya raíz última se encuentra en los mensajes de la Escuela de Friburgo, defendida por Eucken a la cabeza, de la economía libre de mercado. El cambio de 1957-1959 se consolidó así, definitivamente, en 1985, con el ingreso de España en el conjunto de la Unión Europea -hasta ahora, un mercado gigantesco con 28 miembros y enlaces fuertes con varios más- y formando parte de la llamada Zona del Euro, con todas sus empresas.

Pero existió otro cambio, precisamente de modo simultáneo, que fue el producido en China, y que merece la pena destacar. La nueva situación española designada como la Transición, comienza a manifestarse con claridad durante el Gobierno de Arias Navarro, a partir del año de 1976. Pero simultáneamente, en 1976 se produjo en China la muerte de Mao, también con novedades inmediatas importantes en el terreno de la economía. Surge casi inmediatamente, otro proceso de Transición, sobre el que conviene llamar la atención, pero no sólo sobre ciertos paralelismos con el español, sino porque en el marco de lo que sucede en el mundo del Pacífico -pensemos en Japón, en Chile, en Corea del Sur, no digamos en Singapur, en Australia, y así sucesivamente- el desarrollo económico sólo se entiende de una manera, y ese modo de actuar es el que pasó a aceptarse, precisamente para esquivar una ruina económica que se mantenía durante la época de Mao en China.

Para lograr que sus habitantes vivan cada vez más felices en ese ambiente político autoritario, China ha tenido que convertirse en un poder importante mundial

El modelo económico al que me refiero no pasó aquí a tener vinculación con planteamientos derivados de una nueva versión de los mensajes de Mao. Sencillamente, se ha puesto en acción algo que circula con lo que podríamos denominar modelo capitalista, con apertura, por un lado, a la economía libre de mercado de modo creciente y con una proyección internacional cada vez más importante. Puede componer sus condiciones sin alterar un planteamiento político de tipo autoritarista, centrado ahora en el presidente Xi Jinping. La causa básica en que, como nos recordaba la profesora de la Universidad de La Sorbona Silvie Brunel en su artículo Les nouvelles routes de la Soie, en Sciences Humaines, noviembre 2018, págs. 26-31, China posee cifras económicas clave para el funcionamiento del conjunto de la economía mundial: en su ámbito está el 20% de la población mundial; para lograr el desarrollo de modo que sus habitantes vivan cada vez más felices en ese ambiente político autoritario, ha tenido que convertirse en un poder importante mundial en el comercio del petróleo y el gas; además la mitad de sus necesidades energéticas son facilitadas, como consecuencia de la carencia de hidrocarburos con el empleo del carbón.

Conviene señalar que las reservas de las cuencas carboníferas chinas cubren la mitad de sus necesidades, pero así se ha convertido, por el efecto invernadero, en un foco de freno para la vida del planeta, si no acepta tener un menor desarrollo, lo que por lo señalado antes no va a ocurrir. Este problema para no generar una polución colosal impulsa a completar el desarrollo a través, en buena parte del capitalismo propio, con creciente participación estatal simultánea, y también con capitalismo internacional, dentro del conjunto de las inversiones mundiales, hacia China y desde China al resto. Pensemos que esas participaciones ya afectan, desde luego a España. Pero para que todo eso se sostenga, es preciso disminuir el mensaje del CO2 por un lado y para eso necesita tener un fuerte desarrollo en el campo de las energías renovables, lo que explica un impulso notable, que contemplamos en estos momentos en China respecto a las energías solar, eólica, a la biomasa y al consumo creciente de metales ricos para la industria electrónica.

Este modelo socioeconómico parece lograr en China adhesión política

Al mismo tiempo y recogiendo la expresión bautizada como "la ruta de la seda" por aquel gran geógrafo que fue Von Richthofeen, Xi Jinpin la ha puesto en marcha, con notoria intensidad, dentro del conjunto euroasiático. En otro marco se emplea la expresión BRI, o sea que se trata de un Belt and Road Initiative, es decir, que se emplea la ruta marítima, que por cierto rodea a España, y la terrestre, que a través de Kazan, Moscú, Varsovia, y finalmente desde Lyon, llega a Madrid. Este modelo socioeconómico parece lograr en China adhesión política, cuya base constitucional ha sido la reforma de marzo de 2018, que facilita la continuidad en el poder de Xi Jinping.

El desarrollo económico es, evidentemente, con este modelo, muy importante. El crecimiento medio anual del PIB de China en el periodo 2000-2007 fue de un 11,7%. En el periodo 2008-2015 pasó a ser del 8,6%; en 2016, el PIB chino creció un 6,7% y en 2017 un 6,9%. Lo más probable es que éste no crezca ahora menos de un 6,5% y hacia 2020 que vuelva a hacerlo en torno al 6,9%. El Fondo Monetario Internacional acaba de señalar una penalización del desarrollo interno chino, debido a la escalada de tensiones comerciales a nivel mundial que afectan a China e India. Concretamente esto se piensa como derivado de la política norteamericana del presidente Trump.

Igualmente todo lo señalado ha tenido una cierta proyección en España porque de ello se derivan enlaces que incluso puede ser que se hayan afianzado tras la reciente visita de Xi Jinping a Madrid, respaldado por la referida reforma constitucional de marzo de 2018, así como el despliegue de un planteamiento económico euroasiático que puede relacionarse de alguna manera complementaria con el de la Unión Europea, donde el puesto que ocupa España ha mejorado a lo largo de la Transición tras el modelo iniciado en 1957. De manera clave, basta contemplar respecto a nuestro PIB por habitante en cuanto comparado con el francés, el alemán, el británico y el italiano, a partir del momento en que se puso en marcha el entonces llamado Mercado Común Europeo, con el Tratado de Roma en 1957. El impacto de lo sucedido a partir de esa fecha es clarísimo respecto a ese creciente puesto de España. Es el final adecuado para otro proceso vinculado a la Transición que, precisamente por su desarrollo, ha pasado a tener conexiones con el otro proceso lejanamente paralelo de China.

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