
Se agotan los calificativos para describir el Brexit. Engaño fraudulento. Interés partidista. Irresponsabilidad política. Grave equivocación. Disparate... Si algo ha demostrado esta loca aventura es que los referendos no son eficaces para resolver problemas complejos que necesitan análisis, negociación, acuerdos y una evaluación del impacto y las consecuencias. Hoy, el número de británicos que consideran que votar por la salida fue un error va en aumento.
La democracia representativa ha sido la esencia del sistema constitucional británico. Al convocar un referéndum para dirimir la relación con Europa el entonces primer ministro, David Cameron, renunció a ella. Simplificó en demasía una cuestión muy complicada y sometió un cambio constitucional trascendental a una suerte de democracia directa. Ninguneó al Parlamento y las obligaciones que le son propias.
Entre los conservadores, pocos se muestran conformes con el arreglo
Este martes será un día decisivo para el futuro de Gran Bretaña. El Gobierno de Theresa May presentará al Parlamento el acuerdo para la retirada del Reino Unido de la Unión Europea. En estos momentos, todo indica que las probabilidades de que sea aprobado son escasas. Los líderes europeos consiguieron incluir asuntos clave. Que los ciudadanos de la UE (tres millones) puedan permanecer en el Reino Unido, al igual que el millón de británicos en el continente, sin cambios en las condiciones reinantes. Y que, al menos durante la etapa de transición, los bienes intercambiados no requieran etiquetado especial. May considera que en las actuales circunstancias el acuerdo, sin ser perfecto, es el único que se puede alcanzar teniendo ya incorporadas todas las concesiones que Europa está dispuesta a hacer.
Incluso entre los conservadores pocos se muestran conformes con el arreglo. Desde su punto de vista, les perjudica que mientras siguen regidos por las reglas europeas después de la fecha de salida, no tomarán parte en la discusión de ellas. Les molesta que la cuenta que tienen que pagar en compromisos contraídos siga vigente, o hasta se eleve sin que puedan discutirla. Y que las resoluciones de las controversias se radiquen en la corte europea, donde los británicos ya no influirán en el nombramiento de los jueces.
Además en las elecciones europeas de mayo, en que supuestamente ya no participarán, quedarían sin nuevos parlamentarios en Estrasburgo. El expediente que se pretende aplicar para Irlanda tampoco gusta. La salvaguarda o garantía conocida como backstop, prevé que el Reino Unido permanezca en la unión aduanera y que Irlanda del Norte también esté alineada con ciertas normas del mercado único, salvo que Londres y Bruselas ofrezcan una solución alternativa para la frontera o establezcan una nueva relación comercial.
En cuanto a los laboristas, desean un fracaso del Gobierno conservador que obligue a convocar elecciones generales anticipadas que pudieran dar el triunfo a su líder, Jeremy Corbyn.
El Brexit ha producido polarización, exacerbando las animosidades y envenenando actitudes y conductas
En el resto de la UE se prefiriría que el Reino Unido se quedara. Pero para evitar la ruptura -el Brexit duro- se espera la aprobación en Westminter. Vistas las dificultades de May para lograrla prevalecen la precaución y la cautela. La Unión no tiene un plan B si los parlamentarios británicos rechazan el acuerdo. La opción de renegociarlo no se plantea. Y, dados los plazos, se hace difícil una nueva ronda de discusión. La consecuencia es que entre la clase política británica se ha instalado el caos. Y la sociedad está frustrada y fracturada. No solo debido al interés de los escoceses por permanecer en la UE, un sentimiento que comparten con los jóvenes británicos frente al de las generaciones mayores. La división es aún peor. Se enfrentan amigos y miembros de una misma familia. El Brexit ha producido polarización, exacerbando las animosidades y envenenando actitudes y conductas. El lenguaje de la mentira y el populismo ha salido ganando.
Estamos ante jornadas de vértigo. A lo expuesto hay que añadir un elemento importante. El Tribunal de Justicia de la UE va a decidir sobre la reversibilidad del Brexit. El dictamen preliminar del abogado general, el español Manuel Campos Sánchez Bordona, ya se hizo público con insólita celeridad. En él daba la razón a los diputados escoceses que acudieron a los tribunales asegurando que la posibilidad de dar marcha atrás unilateralmente en la decisión -comunicada por carta a la UE el 29 de marzo de 2017- existe y no requiere del visto bueno de los Veintisiete. La opinión del letrado no es vinculante aunque en el 80% de los casos los jueces suelen seguir la recomendación. La sentencia se dará a conocer este lunes, un día antes del voto en Westminster. En medio de todo este embrollo podría ser un resquicio que aportara por primera vez luz y sensatez.