
La crisis obligó a los bancos españoles a cerrar un gran número de sucursales físicas. Considerando ese esfuerzo ya acometido, puede sorprender que las entidades se planteen nuevas clausuras en los próximos años. En consecuencia, la red bancaria quedará en niveles de los años 70.
No hay razón para caer en alarmismos. Los bancos están planteando esa reducción con racionalidad y cuidando que no queden desatendidas zonas especialmente vulnerables como las rurales.
Pero, igualmente, debe reconocerse que las dificultades no han terminado para el sector financiero y que el ajuste de sucursales aún es necesario. No en vano, al funcionamiento impuesto por las nuevas tecnologías, se suma la necesidad de recortar gastos para elevar la rentabilidad.