
El gran culebrón fiscal de los últimos meses se va a resolver esta semana. El Gobierno y Podemos cerrarán un acuerdo -o eso parece- para que la formación apoye el proyecto de Presupuestos Generales del Estado de Pedro Sánchez, un pacto que se tiene que sellar necesariamente antes del próximo lunes 15, que es cuando se tiene que enviar a Bruselas un borrador de las Cuentas para que la Comisión Europea lo juzgue y examine.
De esta manera, la formación que lidera Pablo Iglesias tendrá el honor de meter mano a los Presupuestos desde su concepción, una oportunidad que no han tenido los otros socios parlamentarios del Gobierno, a pesar de que sin su respaldo las nuevas Cuentas no podrán salir adelante.
Las matemáticas son una ciencia exacta y tozuda: el Ejecutivo necesita recopìlar todos los apoyos que logró para sacar adelante la moción de censura contra Mariano Rajoy a finales de mayo. La diferencia entre ahora y entonces es que, en esta ocasión, los socialistas solo han negociado con Podemos, ignorando al resto de las formaciones en el Congreso, sin importar si son de izquierdas, de derechas o nacionalistas.
Entre los agraviados están los nacionalistas catalanes, que siempre habían tenido la sartén por el mango
Y esto no ha sentado bien en los grupos parlamentarios. A nadie le gusta que le ignoren ni ser la más fea de la fiesta, y menos cuando se trata de algo tan importante como decidir a qué se dedican los Presupuestos de un país. Cómo no, entre los agraviados están los nacionalistas catalanes, que hasta ahora siempre habían tenido la sartén por el mango en estas cuestiones. De hecho, y más allá de reclamaciones relacionadas con el independentismo, son muchas las voces dentro del PDeCAT que consideran que están legitimadas a rechazar las nuevas Cuentas, sea cual sea el contenido, solo por el hecho de no haber podido influir en el contenido de lo que se mandará a Bruselas.
De esta manera, por mucho que se dé por hecho el apoyo de Podemos, los primeros Presupuestos de Sánchez se enfrentan al abismo de lograr unos votos que han sido y se han sentido ignorados. No parece el preludio de una historia con final feliz.