Opinión

Salzburgo: otro encuentro sin resultados

La reunión informal de Salzburgo trataba de aclarar dos cuestiones fundamentales. El control de ingreso de inmigrantes y las negociaciones sobre el Brexit. No hubo avances concretos en estas materias.

En lo referido a la migración, se volvió a constatar lo insalvables que son las diferencias entre los países que favorecen un aislamiento total, unilateral y los que son más flexibles. El anfitrión del encuentro, el canciller austríaco Sebastian Kurz, se siente plenamente respaldado con su dura política migratoria, y propone celebrar en diciembre en Viena una cumbre UE-África.

Considera que la cooperación con los países del norte de África, en especial Egipto, puede ser una solución. Elogió sus "constructivas" conversaciones con el Gobierno de Abdelfatah Al Sisi. El presidente de turno de la UE alaba la "eficiente forma de gobernar" del dictador. Aunque Egipto ya ha anunciado reiteradas veces que no está dispuesto a establecer centros de refugiados para la UE, Kurz mencionó la idea de convocar una cumbre entre la Unión y los países de la Liga Árabe en febrero, en El Cairo. La apuesta de la UE por el régimen militar de Al Sisi es un triste reflejo de su actual parálisis e incapacidad.

No hay consenso sobre la función de Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas. La Comisión propuso un aumento a 10.000 hombres, más dinero y poder. Países como Hungría, Italia o Grecia, están en desacuerdo, porque lo ven como una pérdida de su soberanía. La UE no puede obligar a ningún país a aceptar dicha guardia.

Tampoco hay acuerdo en lo que se refiere a la redistribución de los refugiados. Sobre todo, Italia está presionando, porque quiere reubicar sus mi-grantes a otros países de la UE. La Comisión desarrolló la idea de "solidaridad flexible" para superar este punto muerto. Aquellos que no acepten a los refugiados, como Hungría o Polonia, tendrían que proporcionar otros servicios, como pagar dinero o aportar funcionarios para las fronteras. Ni siquiera así se lograron progresos.

Lo que prevalece son los buenos réditos electorales que la línea tajante otorga a nacionalistas y populistas. Un ejemplo es Viktor Orbán: "No dejarles entrar y a los que ya están dentro mandarlos a casa". El mandatario vuelve a rechazar la participación de Hungría en cualquier tipo de mecanismo de distribución.

Sobre el Brexit, seguimos sin saber si habrá un tratado que rija la relación posterior o, por el contrario, se impondrá el salto al vacío del hard Brexit. Quedan poco más de seis meses para un "divorcio de común acuerdo". Los líderes admitieron que hay "elementos que dificultan" cerrar el acuerdo. Una manera muy delicada de formularlo. La realidad es que en la negociación entre Londres y Bruselas quedan puntos hasta ahora insuperables. Uno es la futura relación comercial que mantendrán las partes. La premier británica Theresa May aboga por mantener una zona de libre comercio para mercancías a ambos lados del Canal de la Mancha, algo que choca con el principio de mercado único europeo: no hay libertad de circulación de bienes, sin la de personas, capitales y servicios.

Con el Brexit, volverán las fronteras. Si nos fijamos en los límites marítimos vemos que son unos 16.000 camiones los que cruzan a diario los puertos Calais-Dover. Mas esta complicación palidece al lado de la única frontera terrestre entre el Reino Unido y la UE: la que separa la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Ambas partes se comprometieron a no regresar a las fronteras "duras" que había antes del acuerdo de paz de 1998: muros, torres de control, patrullas militares y chequeos que contribuían al clima de guerra entre protestantes y católicos.

En un primer momento, Bruselas pretendía mantener a Irlanda del Norte en la unión aduanera y el mercado único, a falta de una solución mejor. Pero Londres teme que esto comprometa su integridad territorial. Y nadie sabe qué forma doptará esa frontera.

El bloque ha rechazado el plan Chequers de May para un Brexit suave. Como ha explicado el presidente del Consejo, Donald Tusk, compartimos que, si bien hay aspectos positivos en la propuesta, el marco sugerido para la cooperación económica "no funcionará, sobre todo porque corre el riesgo de socavar el mercado único". Anuncia una cumbre extraordinaria sobre el Brexit en noviembre.

May, que se aferra a su plan, podría conseguir apoyo de la oposición, que en su inmensa mayoría rechaza un Brexit duro. El dilema del Laborismo es que la crisis económico-política que podría desatar un hard Brexit puede también provocar la caída del Ejecutivo y la convocatoria de elecciones.

En conclusión, ha sido una nueva ocasión perdida. Para disfrazar el fracaso se afirma que las discusiones sirven para avanzar en próximas reuniones previstas. Desde luego, no faltarán cumbres en los meses próximos.

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