
Mientras que la manía por las criptomonedas puede haber llegado a su punto máximo, nuevas variantes de este vehículo continúan siendo anunciadas, casi cada día. Entre los recién llegados destacan las llamadas "monedas estables". Con nombres como Tether, Basis y Sagacoin, cuyo valor está rígidamente ligado al dólar, al euro o a una canasta de monedas nacionales.
Es fácil ver el atractivo de estas monedas. Proporcionan un medio de pago fiable, una unidad de cuenta y un depósito de valor. Pero las criptomonedas convencionales, como Bitcoin, se comercian a precios muy fluctuantes, lo que significa que su poder adquisitivo -su capacidad de adquirir bienes y servicios- es muy inestable. Por lo tanto, no son atractivos como unidades de cuenta.
Ningún comerciante en su sano juicio pondría precio a la mercancía en sus estanterías en Bitcoin. Ningún trabajador querría un contrato de trabajo a largo plazo que le pagara un número fijo de esas divisas.
Además, debido a que su capacidad para adquirir bienes y servicios en el futuro fluctúa de manera similar, las criptomonedas como Bitcoin no son atractivas como depósito de valor (estos vehículos también se cuestionan como medio de pago, pero dejémoslo de momento a un lado).
Las llamadas monedas estables pretenden resolver estos problemas. Debido a que su valor es estable en términos de dólares o su equivalente, son atractivos como unidades de cuenta y almacenes de valor. No son meros vehículos de especulación financiera. Pero esto no significa que sean viables. Para entender por qué, es útil distinguir tres tipos de monedas estables.
El primer tipo está totalmente garantizado: el operador mantiene reservas iguales o superiores al valor de las monedas en circulación. Tether, que está vinculado al dólar, afirma que mantiene depósitos en dólares equivalentes al valor de su circulación. Pero la veracidad de esta afirmación ha sido cuestionada.
Esto apunta a otro problema con este modelo: el gasto. Para emitir un dólar de Tether para usted o para mí, la plataforma debe atraer un dólar de capital de inversión de usted o de mí, y depositarlo en una cuenta bancaria en dólares. Uno de nosotros entonces habrá cambiado un dólar perfectamente líquido, apoyado por toda la fe y el crédito del gobierno de los Estados Unidos, por una criptomoneda con un respaldo cuestionable que es difícil de usar. Este intercambio puede resultar atractivo para los blanqueadores de dinero y los evasores de impuestos, pero no para otros. En otras palabras, no es obvio que el modelo pueda progresar, o que los gobiernos lo permitan.
El segundo tipo de moneda estable está parcialmente garantizado. En este caso, la plataforma tiene dólares equivalentes, digamos, al 50% del valor de las monedas en circulación.
El problema con esta variante será familiar para cualquier formulador de políticas monetarias cuyo banco central haya tratado de fijar un tipo de cambio al tiempo que mantiene reservas que son sólo equivalen a una fracción de su pasivo. Si los usuarios de esas divisas albergan dudas sobre la fiabilidad de esas reservas, venderán sus activos.
La plataforma tendrá que comprarlos utilizando sus reservas de dólares para evitar que su precio caiga. Pero, debido a que el stock de reservas de dólares es limitado, otros inversores se apresurarán a salir antes de que la caja fuerte se quede vacía. El resultado será el equivalente a una crisis bancaria, lo que provocará el colapso del sistema sobre el que se basa la criptomoneda.
El tercer tipo de moneda estable, que no está colateralizada, sufre este mismo problema con creces. En este caso, la plataforma emite no sólo criptomonedas, sino también bonos encriptados. Si el precio de las monedas comienza a bajar, la plataforma las vuelve a comprar, a cambio de bonos adicionales. Se supone que los bonos son atractivos para los inversores porque se negocian con un descuento -de modo que, en principio, su precio puede subir- y porque el emisor promete pagar intereses a los tenedores de los bonos, en forma de monedas adicionales. Estos intereses se financiarán con los ingresos obtenidos de la emisión de monedas en el futuro.
También en este caso, el fallo del modelo será obvio incluso para un banquero central novato. La capacidad del emisor para pagar los bonos depende del crecimiento de la plataforma, que no está garantizado. Si las expectativas son inciertas, el precio de los bonos caerá. En ese caso, habrá que emitir más bonos para evitar una determinada caída del valor de la moneda, lo que dificultará aún más el cumplimiento de las obligaciones de pago de intereses.
En circunstancias plausibles, puede que no haya precio, por bajo que sea, que atraiga a compradores dispuestos a comprar bonos adicionales. Una vez más, el resultado será el colapso de todo el sistema.
Todo esto será familiar para cualquiera que se haya encontrado con un solo estudio de ataques especulativos a tipos de cambio fijos, o para cualquiera que haya tomado un café con un banquero central de un mercado emergente. Pero esto no significa que sea familiar para los ingenieros de software que trabajan con puntos de vista muy limitados y pregonan monedas estables. Y esto no significa que las fallos en sus esquemas actualmente de moda sean conocidos para los inversores.
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