Opinión

¿Y si los precios altos de la electricidad no fueran tan malos?

Foto: Dreamstime.

En momentos como el actual, en que estamos cerca de los niveles de precios de la electricidad más altos de la historia, el insinuar que los precios altos de la electricidad podrían no ser tan malos, podría parecer una afirmación provocadora, y sin embargo no lo es, al menos totalmente.

Aunque todos coincidiríamos en que las decisiones estratégicas de gestión tanto en la administración pública como en la empresa privada deben hacerse considerando las implicaciones a largo plazo, sorprende ver cómo muchos de los análisis y decisiones que se toman son esencialmente cortoplacistas y el debate sobre el nivel de precios de la electricidad es un claro ejemplo.

El sector energético, por las características de sus inversiones, requiere de un tiempo largo de maduración. Desde que se deciden una serie de medidas hasta que esas medidas comienzan a dar resultados, normalmente deben discurrir varios años. El diseño de un marco regulatorio para el sector energético requiere ante todo estabilidad regulatoria, coherencia con las decisiones tomadas, paciencia y algo de resiliencia para superar los momentos en que situaciones puntuales no parecen acompañar los objetivos que se buscan.

Cuando se define y se implementa una estrategia de política energética no deben caber los atajos porque el fin que se persigue, en el mejor de los casos se conseguiría pero de una manera insostenible, inestable.

El principal motivo (aunque evidentemente no el único) de la reciente subida de precios de la electricidad viene provocado por la subida en el precio de los derechos de emisión de CO2. Esta subida es resultado de una decisión política consciente, con el objetivo principal de disminuir de la producción de gases de efecto invernadero como el CO2. Esta disminución se conseguiría por una doble vía: por una parte, sustituyendo la producción de electricidad en centrales de carbón por la producción en centrales de gas natural; y por otra, por una mayor producción en plantas de producción con energías renovables.

Considerando los precios actuales, la sustitución de la producción de plantas de carbón por las de gas solo se puede conseguir si los derechos de emisión están por encima de un valor que haga más económico el uso del gas que el del carbón. Aquí tenemos el primer factor positivo de contar con unos precios del CO2 altos.

En segundo lugar, para poder financiar y construir centrales de producción de electricidad renovables necesitamos un nivel de precio suficiente para que se pueda garantizar una rentabilidad mínima a estas instalaciones, que se conseguiría con la firma de contratos de compra de electricidad a largo plazo (PPA´s). Una situación de precios altos no solo afecta a los precios a corto plazo (spot) sino que también provocan una subida de toda la curva de precios de electricidad. Esta subida de la curva hace posible la firma de contratos PPA y favorece la instalación de centrales renovables. La construcción y puesta en marcha de centrales renovables hace que los precios futuros puedan bajar, al tener estas tecnologías costes variables muy bajos que desplazan a plantas de producción con combustibles fósiles, haciendo que el efecto de los altos precios de las emisiones sea en última instancia irrelevante y produciendo una considerable bajada de precios de la electricidad.

No hace falta explicar que para que el ciclo se cierre hacen falta, como decía anteriormente, estabilidad regulatoria, coherencia, paciencia y resiliencia. Pero hay signos que indican que el sistema actual podrá funcionar: se está desarrollando un mercado a plazo que continuamente va ganando liquidez; ya hay visibilidad sobre los precios eléctricos para los próximos 5 años; y el número de transacciones está creciendo al igual que el interés de los compradores en cubrir períodos mas largos de su consumo eléctrico. Deben ser los distintos agentes del mercado los que participen en el mercado a plazo y permitan dar cobertura de precio y volumen a los nuevos productores renovables, ya que las soluciones basadas en precios regulados acaban produciendo a largo plazo desequilibrios tarifarios, con las consecuencias que todos conocemos.

Dentro de lo negativo que siempre supone para los consumidores de electricidad una subida de su precio, debemos destacar otro factor en cierta medida no tan negativo: en esta ocasión, la subida ha sido generalizada en Europa, lo que no debilita nuestra posición competitiva. De hecho, los precios han subido mas en el resto de Europa que en el mercado Ibérico y los diferenciales a 5 y 10 años con Francia y Alemania (el equivalente a la prima de riesgo con los tipos de interés) se encuentran en niveles mínimos, lo que es especialmente interesante para aquellas compañías que compitan con empresas europeas.

Aunque ciertamente el funcionamiento del mercado de electricidad y gas en Iberia no es perfecto, en este episodio de crisis de precios podemos decir que se ha comportado incluso mejor que el resto de mercados europeos. Por tanto, debemos ser cautos a la hora de modificar drásticamente las reglas del mercado. Confiemos en las medidas que se han diseñado y acordado a nivel europeo, favorezcamos el funcionamiento del mercado y evitemos el establecimiento de atajos que solo nos llevarán a soluciones inestables que pondrán en riesgo la consecución de un sistema energético libre de emisiones a un precio que nos permita ser competitivos.

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