
Mientras el Gobierno italiano discute todavía su política presupuestaria, es útil analizar las experiencias de otros países en cuanto a la forma de abordar los altos niveles de deuda. Un ejemplo destacado es Bélgica, como señala mi colega André Sapir en un próximo artículo para el Instituto Bruegel. Tanto Bélgica como Italia tenían ratios de deuda en relación con el PIB comparables a principios de los años noventa. Sin embargo, en Bélgica, la ratio de deuda disminuyó en 51 puntos del PIB entre el máximo (del 138%) en 1993 y 2007, mientras que en Italia sólo disminuyó en 27 puntos desde el máximo del 127% alcanzado en 1994.
Como muestra Sapir, la razón principal de esta diferencia en el desempeño fue el saldo primario del Gobierno. Bélgica al-canzó un superávit primario mucho mayor que Italia. Pero a pesar de más de una década de mayor "austeridad", Bélgica podría alcanzar tasas de crecimiento significativamente más altas en ese período que Italia, con un crecimiento del 2,4% frente al 1,7% de Italia.
Este ejemplo sugiere que bajo ciertas condiciones, los altos superávit primarios pueden combinarse con tasas de crecimiento relativamente altas. El debate debería centrarse entonces en cuáles son esas condiciones.
Una dimensión es obviamente el ciclo económico. Si la brecha de producción es grande, un estímulo fiscal puede ser útil para reducir el desempleo y devolver a la economía a su potencial. Sin embargo, instituciones internacionales como el FMI estiman que la brecha de producción de Italia es pequeña. El FMI puede estar equivocado con su estimación precisa. Pero la reacción negativa del mercado a los anuncios de Italia de aumentar el déficit sugiere que la cautela está justificada. El aumento permanente de los costes de financiación supondría una carga considerable para el crecimiento.
La segunda dimensión es la inversión, y la reciente tragedia del puente de Génova ha puesto esto al frente de la conversación. Es evidente que se necesita más inversión no solo en Italia, sino también en Alemania y en Europa en general. Pero la cuestión debería ser qué tipo de inversión y con qué fin. Actualmente, el debate italiano se centra principalmente en la inversión pública y las estimaciones empíricas sugieren que a menudo no es muy productiva en Italia. Por lo tanto, la atención debería centrarse en cómo hacer más productiva la inversión pública para aumentar el crecimiento. Para que la palanca fiscal sea eficaz, es necesario centrarse en primer lugar en mejorar el proceso de inversión pública.
La tercera y quizás más importante dimensión se refiere a cómo aumentar el crecimiento de la productividad en Italia, donde ha sido débil durante 20 años. Un reciente documento de la Banca d'Italia pretende identificar las debilidades estructurales del país. Esta investigación sugiere que una parte significativa del problema reside en las pequeñas empresas del sector de los servicios, mientras que a las grandes empresas manufactureras les está yendo bien en la comparación global. La mejora de las condiciones para que las empresas más productivas entre las pequeñas crezcan se sugiere como una buena prioridad política, un resultado que se hace eco del trabajo previo de Carlo Altomonte y su equipo. Y otros investigadores italianos descubrieron que la mala asignación de recursos es la principal fuente de un débil crecimiento de la productividad.
La lección general es que Italia puede dar un giro a su economía y mejorar el crecimiento y el empleo. Pero la investigación también sugiere que esto requiere centrarse en cómo mejorar la eficacia de la inversión pública y, lo que es más importante, en el crecimiento de la productividad a largo plazo. Ya existe un conocimiento sustancial de lo que constituyen los principales cuellos de botella estructurales del crecimiento en Italia. Ahora es el momento de afinar las recomendaciones y, lo que es más importante, de celebrar un debate político serio sobre la mejor manera de superar los cuellos de botella y mejorar las perspectivas económicas de los italianos.