
La lira turca ya se deprecia casi un 30% frente al dólar. Sería ingenuo achacar a la fortaleza del billete verde toda la responsabilidad.
Turquía muestra unos graves desequilibrios (alta deuda, déficit corriente disparado, IPC en el 16%...) que estimulan por sí solos la persistente desconfianza hacia su divisa, y que justificarían el recurso a una medida tan drástica como un rescate del FMI.
Pero, aunque esa intervención se negocie, es imposible garantizar una pronta solución de la crisis, debido al influjo de factores como el autoritarismo del presidente Erdogan.
De hecho, su presión sobre el banco central puede ser la causa de que la institución se resista aún a volver a subir tipos. En este contexto, toda inversión en el país solo puede considerarse de alto riesgo.