
En gran medida, gracias al impulso de Marx, en el siglo XIX surgió la tesis de que era posible crear una sociedad feliz gracias a medidas económicas ligadas a lo que se comenzó a llamar socialismo.
Hace ahora un siglo, con la revolución bolchevique, se inició la puesta en marcha de esos experimentos. Al contemplarlos, observamos que se ha ido de fracaso en fracaso, y solo cuando se volvieron a aceptar los mensajes de la ciencia económica ortodoxa, con abandono de aquella quimera socialista, vuelve a reinar la eficacia del aparato productivo, y el bienestar material se consolida.
Precisamente por eso, ¿le queda, un siglo después de iniciada por Lenin la marcha hacia el socialismo con la revolución bolchevique, algo de esa pretendida situación socialista en Rusia? Y lo mismo sucede en China, y no digamos en los países de la Europa Oriental.
A pesar de ser un modelo fracasado rotundamente, sigue teniendo apóstoles, que a través de planteamientos populistas, logran incluso triunfos electorales, o van a intentar lograrlos. Por eso, pensando en uno de estos movimientos populistas, que tienen lazos con Venezuela y evidente expansión en España, no deja de tener interés indicar el documento que he recibido de la doctora en Ciencias Económicas, y secretaria de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, la venezolana Sary Levy-Carciente, en forma de pronunciamiento de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela donde se da noticia cabal del caos que allí se vive por intentar poner en marcha un modelo populista-socialista.
Como advertencia para los seguidores de esa línea política en España, merece la pena extraer de ese documento párrafos importantes sobre algo que ha provocado una "hiperinflación que hoy condena a los venezolanos a crecientes penurias".
¿Y esta realidad, qué raíces tiene? Pues sencillamente que nació por la combinación de "los decretos recurrentes de alza del salario mínimo" con el gasto público que vinculado a la entrega masiva de "bonos especiales… entregados a través del Carnet de la Patria". Una línea disparatada, reforzada en 2017 con nada menos que siete incrementos del "salario mínimo integral" -o sea, salario mínimo más bono de alimentación-, que tuvo un incremento del 778%. Pero, automáticamente, la inflación alcanzó la cifra escalofriante del 2.616%. El proceso prosigue. La legislación actúa, por supuesto inútilmente, pues en el primer semestre de 2018, a través de tres decretos, el citado salario mínimo integral se incrementó en un 552%, pero la respuesta inflacionista ha sobrepasado el 4.500%.
Por supuesto la recaudación tributaria, simultáneamente, se ha esfumado, y al proceso económico se le ha pretendido ayudar con emisiones monetarias del Banco Central, mientras, desde 2013 a ahora mismo esa política económica socialista-populista motiva una continua disminución del PIB venezolano, todo empeora la situación, porque el poder político actúa como reacción "ante las presiones causadas por los terribles costes que (esta realidad)… arroja sobre la población". Un elemento clave para la persistencia de esa realidad ha sido la enmienda al modelo socialpopulista, llevada a cabo por el Tribunal Supremo de Justicia, que "declaró anticonstitucional la reforma de la Ley de Bases del Banco Central de Venezuela", con lo que pasaba a prohibirse el financiamiento monetario de los déficit fiscales.
Por otro lado, ha saltado por los aires la economía de mercado, al aparecer controles de precios, con lo que se acentúan "la escasez, el desempleo y el deterioro aún mayor en las condiciones de vida de los venezolanos".
Parece ser que el actual Gobierno de Maduro señala que ese caos no se debe a su pésima política económica, sino a que frente a Venezuela, las que se consideran peligrosas economías capitalistas, desarrollan una "guerra económica". Ante tan débil planteamiento desde el punto de vista de una normal racionalidad, la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela señala -y es evidente- que esta catástrofe tiene lugar en un país que "cuenta con los recursos, los talentos y la buena disposición de inversionistas nacionales y extranjeros, para salir adelante", y evitar definitivamente "el funesto deterioro en las condiciones de vida del venezolano". Y tiene esa Academia Nacional toda la razón. Se trata, por tanto, de otra manifestación más de la depresión económica que sistemáticamente se genera a partir del "Manifiesto comunista" de 1848, por la acción de todos los que se pasan a considerar herederos de aquella propuesta firmada por Marx y Engels. Estoy seguro que, como Marx era un científico serio, ante ese panorama de su herencia, desde el 1918 de Lenin al 2017 de Maduro, ahora escribiría una rectificación radical.