Opinión

Trump: 'Donde dije digo...'

La primera reunión de los líderes de EEUU y Rusia en ocho años ha sido decepcionante. Hubiera podido esperarse un relanzamiento de las deterioradas relaciones y un freno a la actitud agresiva rusa de los últimos años. No hubo nada de eso. Las declaraciones de Donald Trump y Vladimir Putin, tras dos horas de conversaciones a puerta cerrada, fueron más escuetas de lo habitual.

Lo que se produjo fue un episodio muy incómodo para Trump quien avaló la versión de Putin negando la interferencia rusa en las elecciones de 2016. El magnate en una aparición servil junto al mandatario del Kremlin en Helsinki desestimaba las evidencias en sentido contrario de sus propios servicios de inteligencia. Trump ha tenido que rectificar a las pocas horas. Desdecirse con un burdo Donde dije digo, digo Diego. En una grotesca e inverosímil artimaña aseguró que se "expresó mal".

Es hasta cierto punto comprensible que Trump no quiera reconocer que su triunfo electoral pudo haber tenido algo que ver con los hackeos de los servicios de espionaje rusos a la campaña demócrata. Algo que restaría legitimidad a su presidencia. Lo que no es aceptable es hacerlo a costa de la labor de inteligencia que sustenta la seguridad norteamericana.

Como parte de la investigación por la trama rusa tres días antes de la cumbre de Trump con Putin, el Departamento de Justicia había inculpado a 12 ciudadanos rusos acusados de haber sido quienes instrumentaron la injerencia mediante redes sociales y el robo de correos electrónicos. Además, el fin de semana, una joven rusa de 29 años, Maria Butina, fue detenida y acusada de actuar irregularmente como agente de Moscú para infiltrarse en el aparato político estadounidense.

La semana pasada, el influyente Director Nacional de Inteligencia, Dan Coates, había dicho que el Kremlin estaba envuelto en un esfuerzo "constante y amplio para minar la democracia estadounidense". En estos momentos, Coats se muestra atónito al enterarse durante una entrevista en directo de que la Casa Blanca ha invitado al presidente ruso a visitar Washington en otoño.

Ha quedado claro que Trump no quiere -o no puede- distanciarse publicamente y de forma inequívoca de Putin. Solo está dispuesto a hacerlo cuando ve peligrar el favor de sus seguidores, su capital más preciado. Así que toca entonar el Me equivoqué, Vladimir y de la forma más leve posible. Sin embargo, su fanfarronada de que "nunca ha habido un presidente más firme con Rusia de lo que he sido yo" ya no se lo cree nadie en EEUU.

Ya su anterior comportamiento zafio y humillante hacia la Unión Europea y la OTAN había causado una avalancha de críticas. Ahí están sus dichos públicos o vía Twitter contra aliados tan importantes como la primera ministra Theresa May por su forma de manejar el Brexit y la canciller Angel Merkel por su postura ante la inmigración o el oleoducto de Rusia. Comentarios improcedentes, inoportunos y desacertados.

Inadmisible ha sido asimismo su caracterización de la UE como enemiga en materia comercial, mientras descalificaba a la OTAN como anacrónica y abusiva de la generosidad de EEUU.

Con su errática e irresponsable conducta, Trump mina el sistema internacional. Divide la alianza transatlántica. Un orden liberal de relativa estabilidad que EEUU lideró y ayudó a construir tras la Segunda Guerra Mundial. A instituciones como la OTAN y la UE se unieron organismos como la ONU, la OMC, el G7…

Pero lo que de verdad ha hecho sonar todas las alarmas en el establishment norteamericano ha sido lo de Helsinki. Los comentarios conciliatorios de Trump hacia el autócrata ruso son considerados indignos y han generado rechazo.

La irritación y los reproches son generalizados. Provienen no solo de medios como el Washington Post y The New York Times sino también del muy republicano The Wall Street Journal. Políticos del partido demócrata y el mismo partido republicano. A la CNN y NBC se ha sumado FOX (portavoz de Trump). Expertos y académicos de think tanks, oficiales de servicios de inteligencia, exdiplomáticos, militares…

En EEUU Putin es visto como el principal adversario -cuando no enemigo- en el concierto internacional, por su poderío nuclear y espacial. Por su agresividad militar (intervenciones en Georgia, Crimea, Siria) y ciberespacial representa un grave desafío para la seguridad y la democracia en el mundo.

La absurda maniobra de Trump no es un comportamiento político serio. Calificarla de equivocación o rectificación es elevar de categoría lo que ha sido una bufonada. Una más del esperpento trumpiano. Pese al ridículo el mandatario estadounidense defiende su reunión con Putin de la que afirma "muchas cosas positivas van a salir". A la vista de lo sucedido la próxima cumbre es motivo de honda preocupación.

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