
La inmigración ilegal se ha convertido en el principal problema de la UE. La ineficacia para solucionarlo, el caldo de cultivo para el surgimiento de partidos populistas y nacionalistas en el bloque. Aunque llegan casi veinticinco veces menos refugiados que en 2015, cuando 1,6 millones de personas vinieron a Europa, los ciudadanos tienen la impresión de que las fronteras no están protegidas. Para los populismos es culpa de la "democracia liberal" y como siempre ofrecen respuestas simples para cuestiones complejas.
Angela Merkel cuenta con la mayor experiencia entre los jefes de gobierno en la UE. En sus doce años y medio en el cargo, ha participado en, al menos, sesenta cumbres. Esta es, sin duda, la más importante de su vida política. Sabe que la migración es un asunto de máxima prioridad. Una respuesta unificada a desafíos globales como este es crucial.
Merkel se enfrenta al conflicto bajo una enorme presión externa e interna. En el ámbito doméstico por primera vez está en juego su propia supervivencia como canciller. Solo un resultado satisfactorio en el tema migratorio podrá mantener a su socio de la coalición, el socialcristiano CSU, en su Gobierno. Su ministro del Interior Horst Seehofer (de esa formación) decidirá si está de acuerdo con los resultados o si actúa contra la canciller y ordena rechazar en la frontera a los solicitantes de asilo ya registrados en otros países o rechazados con anterioridad. Si lo hiciera la coalición estallaría.
En el plano exterior las probabilidades de una solución europea en materia de política migratoria eran ciertamente escasas. Solo había unidad en la medida en que todos los países están preocupados por reducir la migración ilegal, combatir a los traficantes de personas, e intercambiar buenas prácticas entre los estados sobre la base de acuerdos legales.
Las posturas siguen muy enfrentadas. Unos, liderados por el Gobierno populista en Italia, quieren deshacerse de las actuales normas de Dublín sobre procedimientos de asilo. Otros, encabezados por el primer ministro húngaro, Viktor Orban, no quieren acoger refugiados y, como mucho, aceptan cierta solidaridad financiera. Con excepción de Francia y España, Merkel ya no tiene auténticos aliados en su concepto de políticas de asilo y migración. El acuerdo que se ha logrado establece centros de acogida controlados con el fin de separar los refugiados, con derecho a permanecer, de los inmigrantes económicos, que serían devueltos a sus países de origen. La reubicación a diferentes Estados miembros será voluntaria para los Veintiocho.
Con respecto a las plataformas de desembarco en países terceros, hay mayor imprecisión. Se pide a la Comisión explorar el concepto, en cooperación con países terceros relevantes, así como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones. Se añade que esas plataformas deberían operar "distinguiendo situaciones individuales, respetando el Derecho Internacional y sin crear un efecto llamada".
Ante el reciente incremento de las llegadas por el Mediterráneo Occidental, la UE apoyará los esfuerzos de los miembros, "especialmente España, y países de origen y tránsito, en particular Marruecos", para prevenir la inmigración ilegal.
Los Estados miembros se comprometen a transferir 500 millones de euros al fondo fiduciario de la UE para África e instan a realizar aportaciones adicionales. Se piden, además, esfuerzos para implementar el acuerdo migratorio con Turquía. Hay reticencias del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia al que se une Austria). Respecto a Italia, su primer ministro, Giuseppe Conte, se mostraba satisfecho: "Italia ya no está sola". Sin embargo, el verdadero hombre fuerte es el ministro de Interior, el ultraderechista Matteo Salvini quien no quiere dejar entrar más refugiados.
Al margen de la cumbre, Alemania alcanzó acuerdos bilaterales con Grecia y España para devolverles inmigrantes detectados en la frontera germano-austríaca que hayan accedido por primera vez a la Unión a través de territorio griego o español. Berlín se compromete a que se destinen personal y medios económicos en favor de España y Grecia con el fin de gestionar el flujo en las fronteras exteriores. Una solución transitoria hasta la entrada en vigor del nuevo Sistema Europeo Común de Asilo para 2018.
Son acuerdos clave para salvar su Ejecutivo con los que Merkel confía convencer a sus socios de Gobierno. La canciller encarna un internacionalismo liberal. Los nacionalistas en Europa no la soportan y sus quejas son el mejor indicador de que la seguimos necesitando. Esta cumbre no solo es decisiva para el futuro político de la mandataria. También para el de la UE.