El proyecto de fusionar Bankia con BBVA, visto con buenos ojos por el Gobierno, es ahora una quimera. Resulta comprensible que el Ejecutivo desista. Los plazos para reducir la participación del Frob al 10 por ciento en la entidad que preside José Ignacio Goirigolzarri no se cumplen. Y precipitar el proceso, en pleno deterioro de la acción de Bankia, levantaría suspicacias. En la UE podría sospecharse que BBVA compra demasiado barato y se beneficia de una ayuda de Estado encubierta.
Pero descartar la fusión no implica que las soluciones para Bankia se aclaren. La preferencia que el Frob da al cumplimiento de su propio plazo para salir de la entidad en 2019 presiona aún más a la baja la acción, y complica el plan de hacer nuevas colocaciones a un precio razonable.
