A menudo escuchamos conferencias o se organizan seminarios donde el tema de la automatización y robotización de millones de puestos de trabajo se levanta como una amenaza a un mayor numero de parados a nivel global… en lo que se presenta como un drama social de características épicas. Muy a tono con teorías que abogan por proporcionar un salario social único, a esos millones de nuevos excluidos laborales, que estarían condenados a vivir de subsidios estatales sin posibilidad de empleo a lo largo de su vida.
Ya se da como un hecho cierto que cualquier trabajo cuyo coste horario sea menor a 12 euros será automatizado: restauradores, cajeros, programadores sustituidos por sistemas expertos en base a inteligencia artificial, repartidores, vigilantes, etc.
Frente a ese tipo de agoreros hay que analizar otros fenómenos que no están bien estudiados. Lo que ocurre es bien diferente y puede presentar nuevas oportunidades. Así el mundo de la artesanía y especialmente la de lujo o singular, está en pleno crecimiento. Constantemente vemos la aparición de miles de autónomos que fabrican sus propios productos y los venden en ferias locales, regionales o de estilo medieval, por citar ejemplos de artesanía básica y accesible a cualquier bolsillo.
Pero además una parte de la población con recursos económicos altos, huye de los productos fabricados masivamente y que se pueden encontrar en cualquier tienda de franquicia de aeropuertos, centros comerciales, etc. Este tipo de consumidor busca por el contrario artículos de lujo artesanales: desde cuero, textiles, cerámica, cristalería, ornamentos, relojes, etc.
Resucitan profesiones como reparadores de relojes antiguos, restauraciones de muebles, cuadros, brocantes, herreros, fabricantes de guantes, sombreros que son una oportunidad para jóvenes que huyen de una universidad que es incapaz de colocar a sus alumnos (o hacerlo con sueldos de miseria) o parados de larga duración que encuentran nichos de actividad con salida. Vemos la aparición de fabricantes artesanales de cervezas, aguas minerales, y otras bebidas, chocolates, restauración, perfumes.
Como Director General de la Real Fábrica de Tapices veo como somos capaces de casi doblar la plantilla en un año con restauradores de textiles, fabricación de alfombras o prendas personalizadas con nudo turco y español, siendo valoradas por nuestros diseñadores, interioristas y particulares que quieren ver mantenidos sus recuerdos, su patrimonio de tapices, prendas de vestir, de decoración; y encargar un producto personalizado en base a sus dibujos y colaborar con museos y colecciones particulares en su conservación, recuperación y mantenimiento.
Por ello creo que, similar al movimiento británico de principios del siglo XX Hands and Crafts, asistiremos a un renacimiento de este tipo de industrias artesanales.
Un error garrafal
Pero esa industria, en un error garrafal, ni siquiera dispone de una dirección general estatal de industrias artesanales que pueden estar dando empleo a más de 300.000 personas. Cada vez valoraremos más este tipo de productos y querremos tener objetos únicos y personalizados, huyendo de una masificación agobiante.
Por ello creo que ha llegado el momento de prestar atención a estas industrias con una política nacional y autonómica que les proporcione un lugar para ser escuchados, estableciendo apoyos como pueden ser la asistencia a ferias internacionales con una marca España de Objetos Artesnales. Los ayuntamientos también pueden facilitar el apoyo mediante cesión de espacios sin uso para la localización de este tipo de industrias, facilitando mercados especializados con costes de alquiler reducidos.
Pasará también por resucitar las Escuelas de Artes y Oficios, muchos de ellos hoy en trance de desaparición, pero con demanda.
Además este tipo de industrias deberá apoyarse en las nuevas tecnologías, utilizando los canales de venta en la red, empleando impresoras 3D y otras nuevas tecnologías.
En resumen, estudiemos este fenómeno que permite reubicar laboralmente a miles de personas, permite recuperar industrias en zonas rurales en extinción y dotarlas de un régimen fiscal especial que favorezca una economía sostenible, respetuosa con el medioambiente, el reciclado y así evitar la entrada de productos de países que elaboran los mismos con niños, contaminando ríos, explotando y socialmente sin sistemas de seguridad social. No se trata de poner aranceles nuevos simplemente de competir en igualdad de condiciones.
Apostemos por estos emprendedores, que además innovan y actualizan productos tradicionales y que se servirán de las nuevas tecnologías para producir, comercializar y divulgar sus productos. La automatización de miles de puestos trabajo no debe estar reñida con la aparición de estas nuevas pequeñas industrias.
Sería bueno hacer un encuentro o elaborar un Libro Blanco nacional, auspiciado por los Ministerios de Educación, Agricultura y Economía y Competitividad y que sepamos transmitir a la sociedad un mensaje positivo, de cara a un futuro más robotizado. Tampoco es malo que se automaticen tareas altamente repetitivas que no contribuyen a un desarrollo personal en el trabajo y creemos esa dirección general de industrias artesanales.