
Los vaivenes que los mercados europeos han vivido poco tienen que ver con el acontecimiento que tendrá lugar en una semana: las elecciones italianas. La mejor prueba es que el índice Mibtel milanés es el único de los principales en el Viejo Continente que arroja claras ganancias en el año.
En la renta fija, la prima de riesgo transalpina incluso baja un 11 por ciento. Puede sorprender esta tranquilidad, dado que los últimos sondeos mostraban una fragmentación elevada incluso para los estándares italianos. De hecho, ninguna coalición alcanza el 40 por ciento en votos que la nueva ley electoral exige para construir una sólida mayoría en el Parlamento.
En estas circunstancias, los partidos están abocados a pactos, que pueden incluso conducir a una solución a la alemana, con una alianza entre el centroizquierda de Matteo Renzi y el centroderecha de Silvio Berlusconi.
Pero la división del electorado y el alto número de indecisos tienen otro efecto positivo. Un escenario tan poco polarizado no es receptivo a mensajes extremistas, lo que no solo reduce las expectativas del populista Movimiento 5 Estrellas. Además, este partido y sus afines han tenido que moderar el tono de sus discursos y abandonar propuestas, como un referéndum sobre el euro, que salieron tan caras al Frente Nacional en Francia.
La situación en Italia contribuye al debilitamiento del anti-europeísmo, como lo hicieron la victoria de Emmanuel Macron o la formación de otra Gran Coalición en Alemania. No todos los riesgos han desaparecido, pero puede afirmarse que la Unión Monetaria disfruta así de una estabilidad, que beneficiará a su ya alto crecimiento y la reforzará para afrontar desafíos futuros, como el regreso del BCE a la normalidad monetaria.