Opinión

Chile, el Banco Mundial y el cuento del índice manipulado

Imagen: Dreamstime.

A mediados de enero el economista jefe del Banco Mundial Paul Romer señaló al Wall Street Journal que su organización, dependiente de Naciones Unidas, había manipulado el índice Doing Business contra Chile, y específicamente contra Michelle Bachelet.

La gravedad de estas acusaciones provocó un revuelo mediático y dio lugar a abundantes titulares, que hablaron no sólo de manipulación, sino también de alteración, modificación, gran escándalo, economía creativa y otras expresiones semejantes.

Los dichos de Romer fueron criticados por las autoridades chilenas. La presidente señaló que lo ocurrido dañaba "la credibilidad" del Banco Mundial y que su Gobierno pediría una investigación. El ministro de Economía Jorge Rodríguez, con un toque victimista y nacionalista, condenó la manipulación del índice y habló "de una inmoralidad pocas veces vista". También apuntó al supuesto responsable, Augusto López Claros. Este "escándalo de proporciones" habla de una manipulación realizada por "el economista a cargo de su construcción, para hacer ver un deterioro económico durante el Gobierno de… Michelle Bachelet, con intenciones básicamente políticas".

A primera vista, los hechos presentados por Romer son muy graves. Durante los dos mandatos de Bachelet la posición de Chile osciló entre los puestos 25 y 57 (el 25 es el mejor), yendo a menos entre 2006 y 2010, mejorando con Piñera (2010 - 2014) y con una tendencia decreciente al regreso de Bachelet (2014 - 2018). Los datos dicen que en 2006 Chile ocupó la posición 25, 28 en 2007, 33 en 2008, 40 en 2009, 49 en 2010, 43 en 2011, 39 en 2012, 37 en 2013, 34 en 2014, 41 en 2015, 48 en 2016 y 57 en 2017. Trasladadas estas posiciones a un gráfico muestran un claro diente de sierra que sube (empeora) con Bachelet y baja (mejora) con Piñera.

Parte de lo ocurrido se atribuye a la nueva metodología introducida en 2015 (aplicada a partir de 2014) y que, según Romer, fue "posiblemente contaminada por motivaciones políticas personales", aludiendo directamente a López Claros. Su conclusión es categórica: como el entorno de negocios no empeoró en Chile durante los años de Bachelet, lo ocurrido sólo puede tener motivaciones políticas.

La directora ejecutiva del Banco Mundial, Kristalina Georgieva le escribió al ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, en defensa del índice. Al mismo tiempo consideraba "desafortunadas" las afirmaciones de manipulación. Lo dicho por Romer, apuntó, "no es la visión de la gerencia del Banco Mundial", ya que carece de pruebas para afirmar que la metodología aplicada fue sesgada en perjuicio de Chile.

A la vista del revuelo causado, Romer rectificó. Y si bien de sus palabras, dijo, se podía inferir alguna sospecha de manipulación política o parcialidad, eso no fue lo que quiso decir: "No he visto ningún signo de manipulación de los números publicados en el informe Doing Business ni en ningún otro informe del banco".

Más allá de la polémica y de las diversas opiniones, algunas cuestiones llaman la atención, cuestiones que no fueron profundizadas por la mayor parte de quienes se ocuparon del tema. Primero, la modificación metodológica es de 2015, aunque la crítica sobre la evolución de Chile en el índice comienza con la primera presidencia de Bachelet 2006 ¿En qué consistió la manipulación sugerida por Romer, sólo en modificar el índice o en una práctica más burda y prolongada en el tiempo en contra de Chile?

La segunda cuestión, vinculada con la anterior, es ¿por qué Chile y no otros gobiernos de izquierda o algunos gobiernos populistas bolivarianos latinoamericanos? A la falta de comparación cronológica se añade la ausencia de comparación regional ¿Qué pasó con otros países de la región y del mundo? ¿Cómo afectó la nueva metodología, en general, a los países emergentes? Augusto de la Torre, execonomista jefe del Banco Mundial para América Latina, abundó en la mejora que los cambios metodológicos supusieron para el índice. También señaló que su aplicación modificó un poco el orden de los países. Entre 2015 y 2016, por ejemplo, México y Colombia subieron en el ranking mientras que Chile y Perú bajaron.

La polémica fue rápidamente desactivada, pero lo interesante en esta época de fake news y post-verdades es la facilidad con que se asumen ciertas afirmaciones y la falta de cuestionamientos, incluso por medios prestigiosos. La formulación de algunas preguntas básicas hubiera reconducido la discusión, manteniéndola dentro de otros parámetros.

Los diversos índices que construyen organismos internacionales y think tanks tienen dificultades para medir cuestiones habitualmente complejas. Por eso son necesarios ajustes metodológicos periódicos, cuyo principal objetivo es medir mejor, incluso a sabiendas de los problemas que puedan provocar.

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