Opinión

Lo que la economía se juega en las elecciones del 21 de diciembre

¡Mano de santo! La restauración de la legalidad en la Generalitat de Cataluña ha producido una honda sensación de alivio. En las personas, en las instituciones y en los mercados.

En los dos últimos meses ha culminado el desafío del separatismo catalán al Estado de derecho y a la democracia española. Del 6 de septiembre al 27 de octubre se dictaron disposiciones ilegales de desconexión y transitoriedad jurídica, pasó el tradicional desfile del 11S, produjeron una performance denominada referéndum de autodeterminación, una huelga general, la declaración de independencia y la proclamación de una república catalana. El no va más, toda la carne en el asador, los delitos de rebelión, sedición, malversación y demás, todos consumados.

Por su parte, huyeron depósitos bancarios, se trasladaron las sedes de los bancos y de 2.000 grandes y medianas empresas que suponen el 60 por ciento del PIB catalán, el consumo de energía cayó el 0,5 por ciento, la ocupación hotelera se redujo un 20 por ciento y las reservas hasta fin de año un 60 por ciento, el comercio en la plaza de Cataluña cayó un 40 por ciento y en el conjunto catalán un 12 por ciento, el consumo total disminuyó un 7 por ciento. La incertidumbre ha sido máxima. El riesgo catalán incrementó la prima de los bonos y derrumbó la bolsa española.

El coste acumulado del desafío separatista ya es significativo: para Cataluña, desde 2005 hasta 2016 fueron -3,9 por ciento del PIB, y un gap con Madrid de -10,1 por ciento del PIB. El Banco de España, AiRef, el Ministerio de Economía y el de Hacienda, la Comisión Europea, andan evaluando el coste de la presente crisis: que puede zamparse todo el crecimiento de Cataluña en 2017, esto es otro -3 por ciento, -6 mil millones de euros. Para el resto de España, pueden ser otros -6.000 millones, esto es un total de -12.000 millones, el -1,2 por ciento del PIB.

Ante el caos político y la descomposición social y económica, los catalanes normales han respondido magnánimamente. La mayoría silenciosa de catalanes abarrotó la Vía Layetana y el Paseo de Gracia de Barcelona los domingos 8 y el 29 de octubre. Cada vez, más de un millón de personas apelaron al seny, entendimiento, respeto y concordia, y aseveraron "Tots som catalans!"

Ahora ya todos los objetivos separatistas han sido vendidos y ninguno ha sido alcanzado, naturalmente. Lo que ha acaecido en Cataluña es trágico, por la profundidad del ninguneo a la democracia. Pero también es esperanzador: los catalanes han recobrado la voz y recuperarán la convivencia. El separatismo catalán ha colapsado: se halla sin fines, sin líderes, sin relato alguno, sin ninguna legitimidad de tanto mentir y trapacear, ha perdido las calles y terminó su secuestro de la Generalitat.

La consumación de los gravísimos delitos separatistas llevó al Gobierno de España a aplicar el artículo 155 de la Constitución con objeto de restablecer la legalidad de las instituciones catalanas, administrar las competencias de la Generalitat conforme a la ley, y convocar elecciones catalanas el 21 de diciembre. La implementación del 155 ha sido inmaculada, sin ningún incidente, desacato o violencia. Al revés, el aliento ha vuelto a millones de catalanes. También, a pesar del encarcelamiento del cesado Gobierno golpista de la Generalitat, la bolsa ha recuperado en este noviembre las cotizaciones anteriores a octubre. ¡Vaya si es productiva la legalidad!

Es claro el beneficio del 155: ha sajado la incertidumbre política. Antes de su aplicación, surgió el interrogante del precio del 155. Hoy vemos sus inmediatos efectos positivos. Cabría preguntarse por el precio del no-155, es decir, de no haberlo aplicado antes. En efecto, la larga impunidad de los separatistas catalanes y los graves delitos que han cometido, han costado y costarán muy caro.

El 155, esto es, el funcionamiento institucional y las cercanas elecciones, debe ayudar a que esta crisis independentista sea sólo temporal. Conviene mucho minimizar el tiempo de inestabilidad de Cataluña y del conjunto de España. Debe evitarse que la crisis actual se perpetúe en recesión y decadencia. De ahí el interés enorme de las elecciones del próximo 21 de diciembre. Habrá una gran ganancia si vencen los constitucionalistas. Si las ganasen los separatistas, los catalanes, España y Europa pagarían un precio altísimo.

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