Opinión

La buena evolución que muestran los chicos malos de la Unión Europea

El presidente de Polonia

El Estado de Derecho se erosiona. Un régimen más y más autoritario debilita la democracia. La Unión Europea sopesa sanciones y estalla un conflicto verbal cada vez más enconado. La batalla entre Polonia y el resto de Europa se recrudece cada semana pero no es sólo Polonia. Hungría y en menor medida la República Checa también encienden los ánimos.

Cualquiera pensaría que los inversores se alejarán todo lo posible de este conflicto. ¿Quién querría vincular su dinero con una economía que podría acabar a la deriva de sus principales mercados? Pues se equivoca. En realidad, a los chicos malos de Europa les va estupendamente. El mercado polaco es uno de los de mejor rendimiento del mundo ahora mismo, y las bolsas húngara y checa tampoco están nada mal. Por mucho que resople la UE, los "populistas" a cargo de estos países están haciendo un trabajo perfectamente competente en la gestión de sus economías. Los inversores deben ignorar el ruido político y entrar mientras puedan.

Cuando no discute con el Reino Unido sobre las condiciones del Brexit, la UE se enzarza en discusiones con Varsovia sobre el poder cada vez más absoluto de su primer ministro, Beata Szydlo. Este último año, la UE ha aumentado sus críticas sobre el control político del sistema judicial por el partido Ley y Justicia en el gobierno. La última noticia es que el presidente ha vetado las maniobras para reemplazar a todo el Tribunal Supremo y eso no pinta precisamente bien.

Para ser justos, la cuestión es más compleja de lo que reconocen casi todos los críticos del país. La mayoría de los países se esfuerzan por encontrar el equilibrio correcto entre la independencia del sistema judicial y alguna forma de control democrático. La democracia polaca tiene menos de tres décadas de antigüedad y por eso no sorprende que el acuerdo de 1989 necesite algún cambio. Aun así, la UE ha adoptado una línea dura. Amenaza con imponer sanciones al país, ante la insistencia destacada del nuevo presidente francés Emmanuel Macron. En el primer caso, Polonia podría enfrentarse al pago de multas. Con el tiempo, podría verse expulsada de la toma de decisiones en la UE. ¿Y en último término? Cuesta ver que Polonia pueda seguir siendo miembro de la Unión si no se resuelve el conflicto: las relaciones son peores que con Reino Unido antes del Brexit.

En Hungría, por su parte, el presidente Viktor Orban ha tomado el rumbo de la colisión con Bruselas. Se le ha amenazado con sanciones por las restricciones a grupos extranjeros de presión en el país. Como Polonia, ha habido un debate prolongado sobre el estado de derecho. Mientras la UE intenta distribuir a los emigrantes equitativamente en la Unión, los húngaros se niegan a aceptar ninguno y también los polacos. Incluso la República Checa, más liberal, se ha visto envuelta en el conflicto y se enfrenta a sanciones sobre su política de refugiados.

Si nos fijamos en el mercado bursátil, nadie pensaría que estos países tuvieran problemas ni mucho menos una amarga disputa con su principal mercado exportador. Pongamos Polonia. El índice de referencia de la Bolsa de Varsovia ha subido un 20 por ciento este año, después de aumentar un 35 por ciento en los doce últimos meses, lo que le convierte en uno de los mercados emergentes de mejor rendimiento en 2017. Y no hay visos de desaceleración. En Hungría, el índice de Budapest ha subido un 12 por ciento este año y un 30 en los doce últimos meses, mientras en la República Checa la Bolsa de Praga hizo lo propio con un 10 por ciento desde enero y un 20 desde el verano pasado.

En cierto modo, sorprende. Esos países tienen una dependencia crítica de su relación con Bruselas. Nada menos que el 77 por ciento de las exportaciones polacas van a la UE y Alemania sola representa el 26 por ciento de todo lo que vende al extranjero. Las cifras checas y húngaras solo son algo más bajas. En efecto, estos países son ejes manufactureros de la UE. Nadie habla de sanciones económicas al comercio aún pero si el conflicto sigue escalando cuesta imaginar adónde podrá llegar. Hasta perder la voz en el proceso decisorio de la UE tendrá un precio. Las normas ya no se fijarán teniendo en cuenta las prioridades de países como Polonia.

La razón por la que a los mercados de capital no les importa es sencilla. Las bases son cada vez más sólidas. Polonia creció un 2,8 por ciento el año pasado y el Banco Mundial prevé que se acelere al 3,3 por ciento en 2017. Hungría se expandió un 2 por ciento el año pasado y está previsto que suba un 2,8 éste. La República Checa crecerá un 2,9 por ciento en 2017. No es crecimiento turbopropulsado a lo chino pero mucho mejor que casi todo el mundo desarrollado.

En Polonia, Ley y Justicia no ha hecho muchos amigos en el resto del mundo pero su combinación de marcadores competitivos y el fortalecimiento de su atractivo para los inversores globales, mientras refuerza el gasto en bienestar para apoyar la demanda interna y mejorar su demografía, es una combinación política bastante buena. Debería bastar para que siga creciendo bastante tiempo. Ya es la octava mayor economía de la UE y no sorprendería que adelantara a España e incluso a Italia salvo que ese país pueda romper con su declive terminal. Con el Reino Unido en la trayectoria de salida, podría llegar a ser el cuarto o incluso el tercer miembro en tamaño de la UE y eso le dará voz. Hungría y la República Checa pintan igual de bien.

Por supuesto, habrá baches en el camino. Se librarán batallas y muchas discusiones. A largo plazo, es debatible que países como Polonia o Hungría puedan sentirse a gusto en una UE dominada por la alianza francoalemana o si, como el Reino Unido, acabarán queriendo salir. Pero eso no debe preocupar a los inversores porque no es más que ruido. Los chicos malos de Europa siguen siendo sus economías más dinámicas y de más rápido crecimiento, y las mejores para respaldar en la próxima década.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky