Opinión

Vía Noruega para Reino Unido

Poco después de la decisión de la primera ministra británica, Theresa May, de convocar unas inesperadas "elecciones del Brexit", escribí que los proeuropeos del país acabarían arrebatando la victoria de las fauces de la derrota que sufrieron en 2016, aunque el plazo que tenía en mente era de cinco años, no cinco semanas.

Es imposible saber cuánto sobrevivirá May como primera ministra. Su suerte dependerá de las vendettas personales y rivalidades políticas bizantinas, no sólo en Londres sino también en Edimburgo y Belfast. Aun así, anticipándome al resultado de las negociaciones del Brexit, las preguntas que importan no tienen mucho que ver con la supervivencia política de May.

¿Se está moviendo la aritmética parlamentaria y la opinión pública británica a favor o en contra del Brexit duro (restricción drástica de la inmigración y retirada de la unión aduanera, mercado único y jurisdicción de la UE) que preveía May antes de las elecciones? Y si los británicos se oponen a la agenda de May, ¿los líderes de Europa les ofrecerán un compromiso para salvar la cara, parecido a la propuesta noruega, que está fuera de las estructuras institucionales de la UE, pero acepta la mayoría de las obligaciones y costes de la membresía a cambio de las ventajas comerciales del mercado único?

Una relación con la UE similar a la noruega es el único modelo que podría atraer apoyo público y político en el país, sin conminar los principios de la UE ni infligir un coste económico grave a ninguna de las partes. Los convenios institucionales de esta opción ya existen en el Espacio Económico Europeo (EEE), una especie de antesala de la membresía plena a la unión, que actualmente ocupan tres países pequeños pero prósperos: Noruega, Islandia y Liechtenstein.

Estos países valoraron la membresía de la UE a finales de los ochenta, pero por varios motivos decidieron no unirse. Todos ellos querían integrar sus economías y mercados laborales con Europa y tras el referéndum del Brexit se esperaba mayoritariamente que Gran Bretaña intentase negociar un acuerdo EEE a la noruega, en lugar de la ruptura sugerida por May.

En septiembre, tres meses después de convertirse en primera ministra, May sorprendió al mundo entero descartando la opción de la EEE y diciendo en el congreso anual de los conservadores que quienes se llaman "ciudadanos del mundo" son en realidad "ciudadanos de ninguna parte", y que la libre circulación de personas que exige el EEE no era, por tanto, aceptable. En enero, anunció oficialmente que Gran Bretaña no buscaría la pertenencia al mercado único europeo porque exigía la libre circulación, una postura confirmada en el programa electoral de los tories.

¿La aversión de May hacia los inmigrantes sigue siendo relevante, ahora que las elecciones del 8 de junio la han vuelto incapaz y las negociaciones del Brexit estarán impulsadas por unos acuerdos parlamentarios inestables y el desplazamiento del equilibrio de la opinión pública?

La opinión pública sobre la inmigración será el determinante principal de la política europea británica en los meses que vienen. El desenlace electoral imprevisto, respaldado por una fuerte evidencia de las encuestas, sugiere que las actitudes públicas hacia el libre movimiento de personas están más sesgadas y son menos hostiles de lo que habían supuesto la retórica de May y el programa de los conservadores.

En realidad, los votantes británicos apoyan en su mayoría la libre circulación si se presenta no como una imposición antidemocrática de burócratas extranjeros sino como un derecho que los ciudadanos británicos y europeos disfrutan recíprocamente. En mayo, YouGov, la empresa de encuestas británica que se acercó más a predecir el resultado electoral, añadió a su encuesta final preelectoral de 1.875 votantes una última pregunta: "En la negociación de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, ¿cree que nuestro Gobierno debe ofrecer a los ciudadanos de la UE el derecho de viajar, trabajar, estudiar o jubilarse en Gran Bretaña, a cambio de que los países de la UE ofrezcan a los ciudadanos británicos los mismos derechos?". (En total transparencia, diré que esta pregunta la sugirió Best for Britain, una organización en cuya fundación y presidencia he participado).

Las respuestas desafiaron la creencia generalizada. Los votantes de esta muestra, cuidadosamente ponderada, favorecieron la libre circulación por cuatro a uno. El 62 por ciento dijo "sí"; el 17 por ciento, "no", y el 21 por ciento, "no sé". Además, hubo mayorías claras a favor de la libre circulación en cada subgrupo de la muestra, categorizado por edad, región o inclinación política, con una excepción: la pequeña minoría de votantes que apoyaban al Partido anti-inmigración por la Independencia del Reino Unido.

La conclusión es que una nueva relación basada en el modelo EEE que permita a Gran Bretaña mantener la mayoría de las ventajas de la unión aduanera y el mercado único, junto a la libre circulación de personas, no sería solo menos dolorosa económicamente que el Brexit duro sino que, además, la apoyaría una amplia mayoría de votantes. La combinación de membresía del mercado único y libre circulación sería especialmente popular con la gran cohorte de jóvenes que acudieron a las urnas la semana pasada por primera vez y piensan que la capacidad de vivir, trabajar o estudiar en cualquier lugar de Europa es una gran ventaja de la membresía de la UE, no un precio que hay que pagar.

Desde la perspectiva de la política británica, es posible que la pertenencia del EEE se convierta en la timón que conduzca las negociaciones del Brexit en los próximos meses, pero ¿cómo responderá la UE?

Para otros países de la UE, una negociación del Brexit basada en la membresía del EEE debería ser un desenlace perfectamente aceptable e incluso bienvenido. La integración en el EEE no implica que Gran Bretaña escoja uno a uno los beneficios de la UE, a lo que otros países se han negado lógicamente.

Y es que, desde casi cualquier punto de vista, formar parte del EEE es claramente inferior a la membresía plena de la UE. Además de aceptar la libre circulación de personas, los integrantes del EEE deben acatar las normas comerciales de la UE y aceptar las decisiones del Tribunal Europeo de Justicia sin ningún papel formal en la elaboración de esas normas y decisiones.

Por esa razón, cuando se creó el EEE en 1994, estaba pensado sólo como un acuerdo transitorio y temporal para esos países (Austria, Suecia, Finlandia y Noruega) que pensaban convertirse en miembros de la UE, pero no estaban listos para incorporarse. Para Austria, Suecia y Finlandia, la membresía plena llegó según lo previsto, pero en Noruega los votantes rechazaron la membresía de la Unión Europea en un referéndum y lo siguen haciendo. La membresía "temporal" de Noruega al EEE ya se alarga 23 años. ¿Podría ser un precedente para Gran Bretaña?

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