
Tras la tormenta viene la calma": es el mensaje que Mariano Rajoy envía a sus compañeros de partido. No hay que ponerse nervioso a pesar de la moción de censura de Podemos; al final las aguas vuelven a su cauce. Pero para que esto sea posible es necesario aprobar los Presupuestos; cortarle el paso a Pablo Iglesias y que Susana Díaz gane en el PSOE.
Si esta secuencia se cumple, y en septiembre se despeja la situación catalana, España puede gozar de años muy prósperos. Una situación política estable reforzaría la bonanza económica y permitiría afrontar las grandes reformas para las que se requiere consenso. La legislatura se desbloquearía y resultaría muy fructífera.
De momento, el panorama que deja la Operación Lezo es desolador. Lo que han propiciado las dos décadas de mandato de Esperanza Aguirre y de su equipo en Madrid no ha sido corrupción, sino saqueo. Si repasamos episodio por episodio desde su llegada a la Presidencia madrileña, tras sobornar a dos concejales socialistas, es terrible. Al viejo PP de José María Aznar no hay por dónde cogerlo.
Como en la película de Hirokazu Koreeda Después de la tormenta (2016) hay cadáveres en la playa, árboles rotos y casas destruidas. La debilidad del Gobierno central está siendo aprovechada por los nacionalistas para salirse con la suya. El PNV ha elevado el precio de su apoyo a los Presupuestos, exigiendo mayores transferencias y ventajas respecto al resto de territorios; los independentistas de JxSí tratan de aprovechar la ocasión para acelerar la desconexión con España, como anunció el president, Carles Puigdemont.
Corresponde a Rajoy gestionar la situación y hacer de la necesidad virtud. Si como resultado del vendaval acabamos en elecciones anticipadas, será un auténtico desastre, sobre todo si Pedro Sánchez acaba siendo el candidato socialista. La democracia española necesita una oposición de corte socialdemócrata. Si desaparece, como sucedió en Francia, lo pagaremos muy caro. Pero si, por el contrario, la tormenta sirve para llevarse la podredumbre, la desazón que vivimos merecerá la pena. De momento, la desaparición de Aguirre y los suyos del panorama despeja el ambiente. Ahora se respira mejor.