
Tras casi dos meses en la Casa Blanca, aún es difícil prever el impacto real de las políticas de Donald Trump en México. Es cierto que el presidente modera su discurso, pero mantiene sus planes de construir el muro fronterizo, imponer aranceles a la importación o revisar el tratado de libre comercio norteamericano.
Todas las posibilidades siguen así abiertas, pero las empresas españolas no se amedrentan. Lejos de replantearse su presencia, planean inversiones por valor de 7.100 millones en los próximos años. Existen razones de gran peso para ello. Por un lado, nada es más difícil que romper unos vínculos tan estrechos, basados en la lengua, la cultura y, por supuesto, la economía. Décadas de colaboración posibilitan que la presencia española en el sistema financiero mexicano equivalga al 40%.
Ante la madurez alcanzada en este sector, no puede sorprender que el Santander ultime ahora su mayor inversión en México desde que llegó al país (650 millones). Por idénticas razones sería ilógico que Inditex se replantee su negocio en el que es su primer mercado americano; al contrario, mantiene su plan de abrir 30 tiendas cada año. Pero, además, la mexicana es una economía que crece al 2,5%, que experimenta reformas que buscan su modernización y que desarrolla una numerosa clase media.
En este contexto, avanzará su demanda en múltiples frentes, como la energía, los seguros o el transporte, lo que explica las inversiones de empresas como Iberdrola, Mapfre o CAF. Si a ello se suma la perspectiva de que se ampliará el tratado de libre comercio México-UE (la negociación empieza el 3 de abril), debe reconocerse lo acertado, y prometedor, del respaldo de las multinacionales españolas a México.