Opinión

Pablo Iglesias busca en la calle el millón de votos perdidos el 26J

  • La agitación sólo acaba de empezar. Y si no, que le pregunten a Errejón
Pablo Iglesias, ayer tras hablar con el Rey en Zarzuela. Imagen: EFE

El líder de Podemos ha cambiado de táctica política. Atrás quedan los tiempos en los que Pablo Iglesias loaba "un discurso con el que identificarse una mayoría social", en definitiva, "un discurso distinto, con formas distintas, lo que implica hacer las cosas al contrario de como las hacía la izquierda".

Pero llegaron las elecciones del 26J, y donde dije digo, digo diego. Caput, finito. Se esfumaron las formas de chico bueno y calmado, postuladas meses antes por los estudios sociológicos elaborados por las cabezas pensantes de Podemos.

¿Dónde ha quedado aquella idea de cambiar a Pablo? ¿Dónde que abandonara su arrogancia, su soberbia, su tono mitinero y hasta rapero? ¿En qué lugar enterró aquella vieja pretensión de ser un tipo humilde, transversal y pedagógico? Y, por último, ¿qué fue de aquel consejo que le animaba a participar en "manifestaciones culturales de altura" tales como acudir al Museo del Prado, hacer el Camino de Santiago o recorrer el Parque Nacional de Doñana? Pues lejos, muy lejos.

Pablo Iglesias ha redescubierto la calle. Como antaño, como cuando era un joven estudiante, principiante profesor de Políticas, se ha agarrado a la mochila y a su trinchera y ha hecho trizas aquel amable informe que rediseñaba su liderazgo.

Muy al contrario del corregido Pablo, hoy presume de "incendiario". Visita púlpitos y pregona "desbordar las instituciones, los centros de trabajo y los educativos". Reconoce "no tener la fuerza suficiente" en el Congreso "para cambiar las cosas". Ayudado por la Izquierda Anticapitalista, elige la "democracia popular" y relega a un segundo plano la representación en las instituciones, como mero instrumento electoral contra todos, incluido contra alguno de los suyos.

Con un millón de votos menos que en los anteriores comicios, el pasado miércoles, desde el madrileño Teatro de Barrio de Lavapiés, Iglesias elogiaba el panfleto. Demócrata de pro, postulaba "una palabra que tiene una carga valorativa negativa". Y se preguntaba "¿por qué?". Y se justificaba con la fuerza de "un instrumento de propaganda política, que es una cosa magnífica y que está bien".

Más recientemente, se ponía al lado de los chicos que desembarcaron en la Facultad de Derecho de la Autónoma de Madrid para reventar un acto de Felipe González y Juan Luis Cebrián. Contrario "a las formas de la protesta", el dirigente de Podemos justificó la actuación de los encapuchados, portadores de pancartas a favor de la salida de la cárcel de los presos de ETA,

Ajeno a la organización de la protesta en la UAM, sus palabras de la Plaza Dos de Mayo eran un calco a las coreadas en el escrache, porque, como ellos, tildó a González de corrupto y a Cebrián de golpista.

Casualidad o no, el profesor honorífico de la Complutense llega este fin de semana al Parlamento haciendo un guiño a la Coordinadora 25S que convoca Rodea el Congreso bajo el lema Ante el golpe de la mafia. Esta vez, su mensaje resulta más edulcorado, tras conversar ayer con el Rey en Zarzuela. Solo saludará. Pero es un falso movimiento.

La agitación únicamente acaba de empezar. Y si no, que se lo pregunten a Errejón; y si no, a Alberto Garzón, a quien dicen que pone ojitos para que algún día le sustituya en la dirección de Unidos Podemos, o lo que quede.

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