
Hace poco más de una semana, Telefónica abortó la salida a bolsa de su filial de infraestructuras, Telxius. Las decepcionantes ofertas de compra que la teleco recibió la forzaron a desistir. Ahora bien, no era la carencia de valor lo que explicaba la falta de apetito; lo que realmente influyó fue la dificultad que los inversores encontraban para evaluar, de forma justa, una parte del negocio de Telxius, el referido a sus grandes cables submarinos.
Sin duda, una prueba de que la filial mantiene sus atractivos es la rapidez con la que Cellnex se muestra dispuesta a explorar opciones de compra. Ahora bien, esos propósitos deben calibrarse con cautelas. La filial de Abertis no tiene ningún tipo de actividad en el ámbito de los supercables. Esa incapacidad de generar sinergias supone que la división más problemática del negocio de Telxius quedaría fuera. Pero es previsible que aún tuviera que llevarse más lejos el troceo de la empresa.
Sin duda, las 16.000 antenas de telecomunicación que gestiona despiertan el atractivo a los ojos de Cellnex, ya que suponen cerca del doble de las que tiene en su poder la firma que dirige Tobías Martínez. Ahora bien, sólo una parte de las mismas, las ubicadas en Europa seducen a Cellnex. Es en el Viejo Continente, donde está llevando a cabo su expansión. En esas circunstancias, su interés por activos situados en países como Brasil tiene que ser mínimo.
Si a ello se suma el afán de Telefónica de conservar el control en Telxius y el alto precio que demanda, sólo puede concluirse que es muy difícil que un posible acuerdo con Cellnex llegue a materializarse. La teleco española, por tanto, tendrá que explorar otras opciones si quiere compensar la frustrada salida a bolsa y obtener más recursos para reducir su deuda.