El profesor Vicenç Navarro y Varufakis han iniciado un debate sobre el método, los mecanismos y la estructura político-organizativa con la que se puede cambiar radicalmente la actual Unión Europea. El exministro griego ha respondido a la crítica fraterna que le hiciera Navarro por su afirmación de que, tal y como defiende este último, los Estados nacionales son incapaces de hacer nada serio para cambiar el estado de las cosas.
Desde esa posición crítica, Varufakis propone la creación de un movimiento paneuropeo capaz de revertir el curso de los acontecimientos. Navarro, Tariq Alí y Kouvelakis han vuelto a insistir en que, sin desdeñar en absoluto la necesaria cooperación internacional, se puede poner en marcha muchas y eficaces iniciativas desde la instancia nacional estatal.
Desde mis posiciones sobre el tema, más cercanas a Navarro, felicito a ambos porque están haciendo algo que potencia y pone en valor movimientos políticos y sociales que insisten en la cuestión. Varoufakis y Navarro ponen el dedo en la llaga al afirmar que con la UE actual no se puede hacer nada en pro del cumplimiento de los Derechos Humanos, la Carta Social Europea, la democracia y un proyecto de Europa avanzada. Inmersos en la cansina, estéril y localista polémica política, las fuerzas políticas obvian y eluden que muchos de los problemas en política económica y social a los que dicen querer enfrentarse necesitan de una posición crítica ante las consecuencias de las alegres cesiones de soberanía hechas por nuestro país.
¿Estarían dichas fuerzas dispuestas a cuestionar la reforma constitucional de 2011 o en su caso aplicar el apartado 4 del reformado artículo 135? ¿Qué le dirían a Bruselas ante la urgencia con la que ésta insta a nuevos recortes y reformas? ¿Qué reformas fiscales acometerían para drenar recursos con los que compensar los recortes obligatorios? Este es el padre y la madre de los retos a los que hay que acudir.
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