El debate de investidura de Mariano Rajoy ha centrado la atención de la escena política y económica. Cierto es que el resultado parecía cantado desde el miércoles. Las posiciones estaban claras: el acuerdo de los 150 puntos entre Ciudadanos y PP, con el apoyo de Coalición Canaria dio 170 votos; por otra parte, teníamos al hombre de los tres noes, Pedro Sánchez, y su partido. Interesaba también el discurso del PNV por el posible apoyo a la gobernabilidad del país, pues es evidente que pueden ayudar y mucho a la gobernabilidad, aunque las elecciones del País Vasco complican la situación. Del resto sabíamos que poco iban a aportar a la investidura y al Gobierno de los próximos años.
Los secesionistas catalanes subordinaron todo su discurso a la convocatoria del referéndum. Ya saben su argumento o cantinela: España les roba, aunque las balanzas fiscales no ofrecen los datos que ellos esgrimían y que ya ni siquiera mencionan. Por supuesto alcanzarían el nirvana una vez lograda la independencia, aun cuando no explican el abandono de empresas de Cataluña hacia otros lugares.
Tampoco explican por qué la Comunidad Valenciana, con problemas de financiación muy parecidos a su territorio, tiene un diferencial muy inferior al suyo. ¿Será la independencia? Sería bueno que tanto ellos como PP o PSOE escucharan a asociaciones como Societat Civil Catalana, para que todos se dieran un baño de realidad de lo que allí ocurre.
En cuanto a Podemos, últimamente con mucha menor presencia en medios, así como problemas de convivencia con sus antiguos compañeros políticos en algunas demarcaciones autonómicas, poco se podía esperar. Ya saben que desde hace tiempo no son rupturistas: adiós a no pagar la deuda; ellos son socialdemócratas pata negra. Todo está muy bien sino fuera por ese puño cerrado en alto de Pablo Iglesias en la tribuna de oradores. Podemos nos debería explicar el país que quiere, aunque tenemos pistas. Primer ejemplo: Grecia, gobernado mayoritariamente por su partido hermano, Syriza, donde no hace falta ni comentar la situación del país heleno que ha empeorada claramente con la gestión irresponsable de Alexis Tsipras, abandonado hasta por Varufakis. ¿Por qué Iglesias no nos explica la razón del aumento de la precariedad del país heleno? Otro modelo: Portugal. Aquí tenemos una coalición de tres partidos: socialdemócratas, comunistas y el Bloco de Esquerda. Portugal está ahora mismo en una situación que puede desembocar en problemas añadidos. Un tercer modelo: Venezuela, aquí ni comento; vean las manifestaciones.
Llegamos a Pedro Sánchez un hombre de Estado incuestionable. Tanto Financial Times como The Wall Street Journal, el propio diario El País o Felipe González, no saben nada de visiones de Estado, el sí. "No es no"; ¿qué parte no hemos entendido? Pues no entendemos qué país quiere el señor Sánchez. ¿Me puede decir cómo se va a lograr aumentar el gasto social, no subir impuestos y cumplir con el déficit? Sánchez parece desconocer que el Ejecutivo este año debe recortar el desequilibrio del déficit, pero que, para 2017, el recorte es aún mayor. No entendemos por qué dice no a los puntos pactados entre el Partido Popular y Ciudadanos. Esos 150 puntos son parecidísimos a los que pactaron anteriormente Ciudadanos y el PSOE.
No nos engañemos, lo pactado por los populares y los de Rivera es un puente de plata para que Sánchez pudiera abstenerse, porque es un acuerdo socialdemócrata. Nadie le está pidiendo que dé el sí a Rajoy, sino la abstención. A Sánchez le da lo mismo la prolongación de los presupuestos, los cuales bajo su punto de vista añaden más desigualdad y precariedad. Le da igual que haya que hacer frente a los secesionistas en Cataluña de forma urgente y siempre con la ley en la mano. No le importa que haya que renovar estructura del Estado, como la CNMV. Desde luego no es posible dudar de que la gente del PSOE estará para aportar soluciones, pero no está claro que lo esté Pedro Sánchez. En ningún momento nos dice por qué se niega a la reforma laboral propuesta por C´s y PP, cuando las medidas son prácticamente idénticas a las que él pactó con el partido naranja. Algunos no entendemos que diga: "no". Ésa es la parte que no entendemos.
El discurso de Rajoy no fue de una investidura: fue de una sesión de control al Gobierno. Esgrimió datos y más datos, vendió su gestión pasada. El problema es que es momento de definir claramente cuál es el modelo de país que queremos y en el que está dispuesto a convertirnos. Se debe definir claramente, más para una investidura, qué va a ocurrir con los impuestos o el gasto. No se puede incluir un montón de puntos pero supeditándolo al cumplimiento del déficit. Mire, no; primero vamos a ver como se cumple el déficit y una vez solucionada esta cuestión, es entonces cuando se podrán analizar el resto de cuestiones.
También se debe definir el modelo de financiación para las CCAA, nivel de gasto y medidas de corrección. Sólo de esa manera podremos hablar de igualdad fiscal para todos los españoles, independientemente de la comunidad en la que residan. Nuevamente no se puede dejar este aspecto a que las Comunidades se pongan de acuerdo. Esta es una decisión que debe gestionarse desde el Gobierno.
Me queda hablar de Ciudadanos. Por favor, señor Rivera, deje de decir que ustedes son liberales; no es cierto. Ustedes son socialdemócratas, no hay problema en reconocerlo, pero díganlo.