
Va a comenzar en Hangzhou la undécima cumbre del G20. China utilizará el evento como escaparate para mostrar su poderío. El hecho de no organizarse en Pekín, Shanghai o Guangzhou - de mayor peso - indica que apuesta con fuerza por lo nuevo como palanca para su crecimiento y desarrollo.
En Hangzhou, capital de la provincia sureña de Zhejiang, convergen historia y realidad. Es la sede de la casa matriz de Alibaba, el gigante del comercio electrónico. Cabe resaltar el protagonismo que tendrá su presidente fundador, Jack Ma, en la cumbre cuyo tema será "Hacia una economía mundial innovadora, interconectada e inclusiva".
La reunión tiene prioridad absoluta. Según el South China Morning Post acapararía la mayor parte del presupuesto fiscal previsto para el presente año de 120.000 millones de yuanes (16.140 millones de euros). En el contexto de ese enorme despliegue logístico, obras de infraestructura multimillonarias recuerdan el ejercicio de autopromoción que fueron los Juegos de 2008. Las autoridades centrales hasta han dispuesto que los 9 millones de habitantes de la ciudad reciban precios especiales en paquetes turísticos durante estos días para instarles a abandonar la población. Y como ha asegurado la emisora Radio Free Asia entre los residentes que han sido enviados de "vacaciones" por supuesto figuran los activistas pro derechos humanos más conocidos.
Así pues la segunda potencia económica está decidida a aprovechar la ocasión. Hace tiempo que lleva manifestando su descontento con su cuota de poder en las instituciones financieras internacionales. Algo que quedó patente con la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura que rivaliza con el Banco Mundial.
Es la gran oportunidad de demostrar su capacidad de conducción en la gobernanza mundial. Máxime cuando concurre al cónclave el grupo de líderes mundiales más significativo en toda la historia de China. Los mandatarios que se sentarán alrededor de la mesa de negociaciones representan el 85 por cien del producto global, cuatro quintas partes del comercio internacional y dos tercios de la población.
Para China el G20 ya no es una extensión del G7 sino el verdadero "centro de gobierno de la economía global". Conviene recordar el último G7 celebrado en mayo en Japón. Pekín además de no estar presente tuvo que tomar nota de la declaración final en que se criticaba tácitamente su política en el disputado Mar del Sur de China.
Establecida en 2008, la organización intergubernamental - suma de economías desarrolladas y emergentes - ha sido la única capaz de moderar y atenuar los peores efectos de la crisis financiera.
Esta reunión vuelve a tener lugar en momentos turbulentos. El comercio se ha ralentizado. Entre 1995 y 2005 había crecido al 6 por cien, es decir, al doble de la tasa del producto mundial. Sin embargo, entre 2012 y 2015 no ha superado el 3 por cien, una tasa similar a la del producto global. China, gran beneficiaria de la globalización, debe contribuir a la aplicación de medidas para fortalecer el libre comercio. La República Popular, en las dos últimas décadas el mayor recipiente de inversión extranjera, ha sabido plantear la necesidad de incrementar el flujo de inversiones hacia el mundo en desarrollo.
Hay que seguir con la apertura. Pero sucede lo contrario. Impera el populismo político. Como ilustran ejemplos pasados si el mundo se encierra en el proteccionismo la división en compartimentos estancos acelerará la debacle financiera. El Brexit es un claro ejemplo de esas tendencias que amenaza con extenderse por la Unión Europea. En EEUU la nominación de Donald Trump como candidato ha hecho saltar todas las alarmas.
El mundo depende cada vez más de los emergentes y, en especial, los asiáticos. Es el turno de Asia donde ha triunfado el "modelo chino" pese a sus imperfecciones. Por esto es tan significativa la novedad de la "troika" que dirigirá el G20 el año que viene. Está constituida por Alemania en la presidencia, China como presidencia saliente, y Argentina, la entrante en 2018. De esa forma la agenda de este año alimentará y marcará las siguientes, para consolidar el camino que pretende, antes de 2030, eliminar la pobreza extrema. Su meta es asimismo derrotar el terrorismo y el narcotráfico.
Uno de los objetivos de la presidencia alemana de 2017 será el fomento y el estímulo de las economías africanas. Argentina puede, por su parte, acabar con la versiones atlántica y pacífica del subcontinente funcionando como "bisagra", para una verdadera integración.
Solo incorporando los países en desarrollo a la economía mundial de una manera justa y respetando el medio ambiente se logrará paliar la crisis migratoria. Es el reto geopolítico más importante de este siglo.