Opinión

Los nuevos intocables

L a regeneración es uno de los grandes objetivos de los nuevos partidos políticos. Sin embargo, sorprende que en las agendas de las nuevas o las viejas formaciones políticas jamás figure acabar con el duopolio televisivo, que merma la libre empresa en nuestro país. El poder de Mediaset y Atresmedia es tal, que ningún político se atreve siquiera a mencionar algo que pueda poner en duda sus intereses. Hasta entre los periodistas, que en su mayoría están a sueldo de uno de los dos grupos por su participación en las tertulias, reina un silencio sospechoso. Es un tema tabú.

En elEconomista, sin embargo, vamos a seguir rompiendo una lanza por la libertad y en contra de las restricciones de cualquier tipo, como es costumbre en nuestra cabecera. Nos rebelamos en contra de que las crecientes pérdidas obtenidas por el grupo de Radio Televisión (RTVE) pública tengan que ser repartidas entre los contribuyentes por una concesión interesada del Gobierno de Zapatero. Uno más de los despropósitos cometidos por el exdirigente socialista.

Como saben, fueron la exvicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, de la mano del entonces titular de Industria, Miguel Sebastián, quienes suprimieron la publicidad de la cadena pública, presionados por las teles. Zapatero buscaba recuperar así el apoyo perdido de los ciudadanos por su miope actuación frente a la crisis.

Para eludir la acusación de que se cargaba sobre el Presupuesto el coste de RTVE, Sebastián (el ministro con aureola de liberal, que fue seducido por el despilfarro de Zapatero) se inventó una tasa para las empresas telefónicas y las televisiones privadas, que es un fracaso. Su recaudación no sufraga las pérdidas de alrededor de 400 millones obtenidas por el ente público desde 2012.

Para mayor escarnio, acompañó las medidas con un plan de prejubilaciones. Pero, una vez suprimido el personal más veterano y oneroso, volvió a contratar jóvenes profesionales. El ajuste no se tradujo, por tanto, en una reducción de plantilla, ni tampoco en un recorte del gasto. Uno de los principales problemas en la actualidad siguen siendo los 6.000 empleados del ente público, que triplican al de las televisiones privadas. Un desastre sin paliativo.

La llegada del PP no mejoró mucho las cosas. El anterior director general de RTVE, Leopoldo González-Echenique, intentó poner en marcha un plan de recorte de gastos. Pero fracasó, por la presión de los sindicatos, que amenazaron con huelgas. Sobre todo, UGT. González-Echenique abandonó sus planes y acabó cediendo parcelas de poder en RNE a cambio de la paz.

El resultado es que en 2015, el último ejercicio contabilizado, RTVE tuvo que incrementar hasta 92 millones su deuda para hacer frente a los gastos corrientes.

El modelo es insostenible, como se señala en sendos informes de la Comisión Nacional para los Mercados y la Competencia (CNMC) y de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) remitidos en las últimas semanas. Ambos urgen a modificar de manera urgente el modelo de financiación, además de acometer un recorte de personal en serio.

El informe de la CNMC fue trastocado en el último minuto, ante la negativa a dar su aprobación de la vicepresidenta del organismo, María Fernández, una persona cercana a Soraya Sáenz de Santamaría. Se quitó toda mención a la vuelta de la publicidad a RTVE. El texto final pasó gracias al empecinamiento del presidente de la CNMC, José María Marín Quemada, quien tuvo que abstenerse para no disentir con el voto en contra de su número dos.

¿Qué motivó un cambio tan significativo en la posición de la CNMC? La presión política. Sáenz de Santamaría ya defendió la fusión de las dos cadenas, que desembocó en el actual monopolio, en contra del criterio de Competencia. Con la proximidad de las elecciones, no se quiere levantar la ira de los todopoderosos señores de la televisión. Sobre todo, después de que Pablo Iglesias haya perdido en los últimos comicios su opción de aspirar a la Presidencia del Gobierno.

La caída en desgracia de Iglesias coincide, ¡casualidad o no!, con un descenso de sus apariciones televisivas. Sobre todo, en la tertulia de La Sexta dirigida por Antonio García Ferreras. El popular presentador está, por lo visto, decepcionado con la alianza de Iglesias con los comunistas de Alberto Garzón. Parece que, por fin, se ha caído del guindo. Lo que no se sabe es si fue por sí mismo o por sugerencias de los demás.

El Gobierno también dejó pasar la oportunidad de introducir competencia en la adjudicación de seis licencias. Las nuevas TDT se dieron a grupos de escaso tamaño e incapaces de hacer sombra a los dos titanes. Kiss TV arrendó sus contenidos a Disney; el grupo Secuoya se puso en venta y el Real Madrid tiene días con una audiencia cercana al cero por ciento. Descontada la de 13 TV, que estaba ya en marcha, entre las tres no suman ni un punto de audiencia. Como siempre que no se quiere resolver un problema, se acude a la fórmula del divide y vencerás. Los todopoderosos señores de la tele rememoran el célebre filme que Brian de Palma dirigió en 1987. Son los nuevos intocables.

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