
La pasada semana hemos vivido una de las páginas más desconcertantes de la democracia, cuando el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, aceptó el encargo o el mandato o como le quieran llamar, del Rey, de formar Gobierno, pero no aseguró que acudiese a la sesión de investidura.
Tras las dudas, la polémica: para unos, la ley marca claramente que una cosa va seguida de la otra; para otros (los populares, claro está) no es así y una cosa no está tan estrechamente vinculada con la otra como nos creemos los demás... Y yo me pregunto, a estas alturas del partido, si el señor Rajoy y sus más estrechos colaboradores son conscientes de que a los españoles nos importa un pimiento quién lleva razón en la discusión.
La mayoría de los españoles creemos que si un candidato acepta el encargo o el mandato o como lo quieran llamar, del Rey, para formar Gobierno, está obligado a presentarse en una sesión de investidura. Por normalidad democrática. Y a pesar de que sepa de antemano el resultado. Y especialmente teniendo en cuenta que estamos en unas segundas elecciones y que no nos podemos permitir (ni siquiera ellos, los políticos) acudir a unas terceras.
¿Qué tipo de cálculo electoral puede llevar al líder del PP a no presentarse en una sesión de investidura? No lo entiendo. Ni siquiera bajo el prisma de que a más elecciones, más escaños para el PP. Porque el país no se lo merece y no nos lo podemos permitir. Y los electores acabarían castigando tanto cálculo partidista.
Entre unas cosas y otras y con el chascarrillo de que sin Gobierno el país funciona mejor, hemos tirado por la borda todo un año. Y no es verdad que sin Gobierno se funcione mejor: los inversores echan en falta más seguridad jurídica, y la economía empieza dar signos de desaceleración. Y España, con su lamentable tasa de paro del 20 por ciento, no puede dejarse en el camino del crecimiento ni una décima. Lo contrario es irresponsabilidad.