
A comienzos de la Transición la situación política, como consecuencia además de la realidad económica, era extraordinariamente delicada. Por un lado existía una crisis fortísima que estaba hundiendo a buena parte del sistema bancario español. Por otra, las nuevas organizaciones sindicales habían generado una tensión social sin precedentes.
Los días perdidos por huelgas alcanzaban cifras extraordinarias y los dirigentes, por ejemplo, los de Comisiones Obreras, señalaban como un triunfo esta realidad conflictiva.
Repasemos los textos de Nicolás Sartorius con un cierto matiz triunfalista además. Todo ello complicaba las posibilidades de integración en la Comunidad Europea, a pesar de las posibilidades que ofrecía ya el acuerdo logrado por Ullastres, como Embajador ante Europa gracias a haber conseguido el Acuerdo Preferencial de 1970. Todo, pues, parecía venirse abajo, y ello complicaba la realidad política nueva que se deseaba poner en marcha.
Cuando se escriba la historia completa de ese periodo histórico, tendrá que destacarse la gestión efectuada por Adolfo Suárez para, precisamente, poner en orden la realidad que existía. Da la impresión de que, en esa operación también tuvo mucho que ver -por ejemplo, en relación con la presencia en ella de Enrique Fuentes Quintana, que había sido profesor de Economía de Don Juan Carlos I- el propio Rey. En el fondo, lo que se produjo fue una reunión de expertos en economía al máximo nivel posible desde el punto de vista científico quienes estaban vinculados además con los partidos políticos nacientes entonces en la Transición.
Estos expertos, con el profesor Fuentes Quintana en vanguardia, señalaron a la opinión pública, en primer lugar, los riesgos extraordinarios que corría España. Concretamente llama aún la atención la magnífica- no hay otra expresión posible- presencia en radio y televisión de Fuentes Quintana, explicando, como gran pedagogo que era, a los españoles todos, la verdad del riesgo que se corría y la posibilidad, sin embargo, de que era posible atajarlo. Y aquí y así comenzó, porque los partidos políticos todos, desde el comunista a Alianza Popular, pasando por los dos partidos socialistas entonces existentes, los nacionalistas y, naturalmente el partido gubernamental UCD, aceptaron negociar, a través de los expertos -catedráticos de universidad destacados, altos funcionarios de los ministerios económicos y del Banco de España, que colaboró a través de su Servicio de Estudios de modo extraordinario-, con conversaciones continuas, y auténticamente pedagógicas con los dirigentes sindicales y empresariales. Aún recuerdo los almuerzos a los que me invitó Fuentes Quintana, junto con dirigentes sindicales, en un restaurante de la calle Larra, para explicarles las consecuencias de la curva de Phillips y de la falta de competitividad en relación con Europa.
Un acuerdo que firmaron todos
Todo esto acabó generalizándose en una especie de preludio en forma de texto inicial escrito por el equipo de Fuentes Quintana. Siempre habrá que recordar lo que en relación con la reforma tributaria, y no sólo sobre eso, supuso la colaboración del profesor Lagares. A partir de esa base se iniciaron debates que, por ejemplo, hicieron que Fuentes Quintana aceptase eliminar lo que con lógica racionalidad de economista, había expuesto sobre la flexibilidad laboral, pero aceptando otras medidas que desvinculaban a las subidas salariales de la marcha de las cifras de la inflación en el índice del coste de vida.
Ello supuso, finalmente, un acuerdo que firmaron todos los partidos políticos que tenían alguna significación. Desde luego también los nacionalistas, porque en ellos, de algún modo, se albergaba el espíritu de Cambó, quien captó, tras lanzar aquel grito electoral de "¿Monarquía?,¿República? ¡Cataluña!", que eso podía significar una crisis socioeconómica formidable para su región. Cambó, recordémoslo, fue ministro no ya con Maura, sino en los momentos finales de Alfonso XIII y, además, ayudó en mil sentidos, en la Guerra Civil a Franco.
Ahora existen muy serios problemas político-económicos exteriores, con amenazas sobre nuestro bienestar. Francia, el gran cliente de España, tiene un desarrollo casi escuálido; Gran Bretaña plantea el Brexit; en Iberoamérica, plena de inversiones españolas, arraigan graves crisis y no sólo en Brasil, y no digamos el caos que puede originarse en el Mediterráneo a causa del pseudocalifato musulmán y su derivado terrorismo.
Es preciso tomar medidas
Es preciso tomar medidas muy serias en relación, por ejemplo, con el déficit presupuestario, y en ese sentido, ¿por qué en relación con el Estado de bienestar, autonomías y Estado central, no tener en cuenta lo que se señala en el artículo Fortaleza y debilidades del Presupuesto de Base Cero, de José Barea y José Antonio Martínez, publicado en 2012 en la revista Presupuesto y Gasto Público? ¿Y no es necesario tener en cuenta todo lo que se relaciona con los mercados laborales? ¿Y qué es preciso prever respecto a la política bancaria tras lo que ha aportado recientemente González-Páramo? ¿Y la cuestión básica de la energía no requiere una política conjunta? Desde luego, esos problemas surgen también en su proyección respecto a la población activa, los planes educativos, las alteraciones demográficas.
Añádase la urgente necesidad de establecer en el marco, por supuesto, de la PAC, todo un avance en el terreno de la economía rural. Y no se han agotado las realidades acuciantes que, desde el terreno de la economía, exigen planteamientos solidarios, porque esto, además, repercute inmediatamente en la inversión, tanto en la nacional como en la procedente del exterior, que precisamente fue la que más de una vez, impulsó con fuerza a nuestra economía.
Eso sucedió, afortunadamente, en aquel periodo de la Transición con el Pacto de La Moncloa. Desde Fraga a Carrillo, pasando por Felipe González y Tierno Galván, todos elogiaron esta decisión de Adolfo Suárez. ¿Costaría mucho que ese espíritu volviese a renacer?