
La banca italiana se está tornando en un problema endémico de la economía de la eurozona, con 40.000 millones de euros necesarios de capital, 210.000 millones de euros en activos dudosos y con los 10 principales bancos del país cayendo en bolsa en lo que va de año más del 60 por ciento en sus cotizaciones.
Estos problemas son históricos y hay que reconocer que no sólo están presentes en la banca italiana. En diferente proporción, también los sufre la banca alemana y francesa, ya que estos países siempre han aplazado su reestructuración financiera. En este contexto, el Brexit no ha aliviado la comprometida situación de la banca europea, ni la valoración en mercados negociados de la banca italiana en los últimos días.
El efecto contagio es un riesgo real en un negocio basado en la confianza, como es el negocio bancario, y tenemos que prever el impacto que puede tener en la economía de la Eurozona. En el caso de España, se ha realizado un esfuerzo muy considerable para pasar de 47 entidades financieras a 14 en 4 años.
El pasado mes de abril, el Gobierno de Renzi creó el llamado banco malo, dotado con 6.000 millones de euros, una cantidad insuficiente para resolver el problema. En los últimos días la Comisión Europea ha autorizado al Gobierno italiano a conceder avales por un total de 150.000 millones de euros a la banca italiana. Todas estas medidas pretenden hacer frente a la excesiva morosidad, que en algunos casos supera el 20 por ciento, en bancos de primera línea, como es el caso de Unicredit, los que el regulador denomina too big to fail, con posible riesgo sistémico.
Es incomprensible que después del Brexit y de que los bancos italianos cayeran en bolsa más de un 20 por ciento, los reguladores permanezcan aparentemente parados ante el problema. Bancos como Monte dei Paschi di Siena han alcanzado mínimos y han caído un 50 por ciento en Bolsa desde la celebración del Brexit. La situación es más seria de lo que los reguladores pueden aceptar. De hecho, suspender la cotización de este banco, como hizo el regulador bursátil italiano (Consob) hace unos días no es la solución. Al contrario, provoca una mayor sensación de pánico y el regulador no debe a impedir que se negocien las acciones, sino respaldar su solvencia y liquidez. El BCE instó hace dos semanas a Monte dei Paschi di Siena a reducir su volumen bruto de préstamos dudosos de 46.000 millones a 32.000 millones. Esto es, al menos, un comienzo. Los eurodiputados del movimiento 5 estrellas, han llegado a catalogar a parte del sistema bancario italiano como una ?bomba de relojería?, pidiendo la dimisión de las cúpulas de los bancos más perjudicados, como es el caso de Montei dei Paschi di Siena, buscando comunicar al mercado su intención de cambio y evitando su quiebra.
La credibilidad del sistema financiero italiano está muy perjudicada y la especulación campa a sus anchas. Por tanto, es necesario que el regulador actúe rápido y recapitalice la banca. El Fondo Único de Resolución cuenta con 10.700 millones de euros y aunque el importe que se puede utilizar para rescatar entidades financiera está limitado, es un buen momento para plantear cuánto se va a usar. La cantidad para la banca italiana podría llegar a 5.200 millones de euros y es el momento de actuar.
El mayor reto de la Comisión Europea es inyectar dinero público, sin penalizar acreedores ni depositantes, como está regulado en el mecanismo único de resolución y el mecanismo único de supervisión. Saber si el culpable es el propio sistema bancario italiano o el Brexit y la devaluación de la libra es complicado, pero hay que buscar equilibrios para que no se produzca una situación que, por no resolverla ahora, no la podamos resolver en el futuro.