Opinión

Otra tormenta se cierne sobre el euro

"No sé quién puede tener su dinero en bolsa a estas alturas", me dijo el otro día el gestor de un importante banco de inversión en España. La frase me sorprendió, teniendo en cuenta que vive de asesorar a los demás sobre cómo invertir su dinero. Lo cierto es que desde hace un año no ganamos para sustos.

En agosto del año pasado, las bolsas se fueron a mínimos por temor a que la economía china entrara en barrena. Los mercados recuperaron el pulso en el último trimestre de 2015, pero volvieron a descender a los infiernos a comienzos de 2016 cuando al Banco Popular de China comenzó a devaluar el yuan para ganar competitividad. Algo parecido ocurrió con la libra británica tras el Brexit.

Unas semanas después, es imposible saber cuándo invocará la nueva première británica el artículo 50 del Tratado de Lisboa para abrir las negociaciones con la Unión Europea (UE) o si va a mantener el libre acceso a su mercado. Pero todo apunta a que no será así, porque los británicos votaron a favor de restringir la libre circulación de personas y de reorientar el dinero gastado como contribuyente neto de la UE a asuntos internos. Ambas premisas chocan con los tratados europeos y abocan al Reino Unido a una brusca desconexión con el resto del continente.

Y ahora viene el lío italiano. El primer ministro Matteo Renzi se metió en una ratonera al convocar un referendo para octubre sobre la reforma del Senado. Quiere mermar los poderes de esa Cámara italiana para favorecer la estabilidad de su Gobierno. Como no logró sacar la reforma adelante con el apoyo de los dos tercios del Parlamento, convocó a sus conciudadanos a las urnas y -aún peor- amenazó con dimitir si no gana.

El problema es que los mismos ciudadanos que irán a las urnas en otoño probablemente tengan que pagar de su bolsillo el derrumbe de de la banca italiana tan solo unos meses antes de la consulta.

El exprimer ministro Romano Prodi se negó en 2013 a acudir al fondo de rescate europeo para sanear las entidades financieras transalpinas, como hizo Luis de Guindos en España. Y ahora las únicas ayudas a que puede acceder legalmente son unos pocos miles de millones del fondo de garantía europeo, insuficiente para su propósito. La eurozona considera incompetente cualquier ayuda de Estado, lo que obligaría a recurrir a los millones de accionistas y bonistas para sanear sus bancos. Algo muy impopular, ya que en Italia el 30 por ciento de los bonos bancarios está en manos de particulares, alrededor de 200.00 millones.

La eurozona está de nuevo atrapada por la rigidez de sus normas, en este caso aprobadas hace solo unos años. Renzi invoca la circunstancia extraordinaria del Brexit, que provocó caídas de alrededor de un tercio en el valor de la banca italiana, para saltarse la normativa. Una idea que apoyó este viernes el gobernador del Banco de Italia, y desató la euforia del mercado, que lo interpretó como un respaldo de Mario Draghi a su postura.

Pero Merkel tiene la última palabra y ya advirtió que no pueden cambiarse las reglas todos los días. La canciller teme que sus electores le castiguen en los comicios del próximo año si perciben que sus ahorros van a rescatar a la banca italiana.

El tira y afloja ente el Gobierno italiano y el BCE seguirá alimentando la volatilidad de los mercados. Europa debe dotarse de instrumentos de decisión más flexibles, que impidan situaciones como ésta. Si Renzi pierde el referéndum de octubre por este motivo, desatará otra tormenta sobre el euro. El movimiento izquierdista Cinco Estrellas, contrario a la austeridad, ganaría muchos puntos en víspera de la nueva cita electoral.

En Portugal, las cosas van a peor. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, llegó a insinuar que tendrá que pedir otro rescate. El Gobierno socialista presidido por Antonio Costa se estrenó con una subida de impuestos a las clases de mayor poder adquisitivo, que echó el freno a su economía. El FMI redujo la previsión de crecimiento a sólo el 1 por ciento desde el 1,8 por ciento previsto a comienzos de año. Además, Costa revirtió ajustes, como la congelación de sueldo de los funcionarios o del salario mínimo, quitó impuestos impopulares y redujo a cinco horas la jornada laboral de los empleados públicos. Las autoridades europeas advierten que estas medidas incrementarán el gasto, aunque el Ejecutivo lo niegue. También está en discusión que consiga dejar el déficit por debajo del 3 por ciento.

Sobre todo, si se tiene en cuenta que debe inyectar 5.000 millones adicionales al banco público Caixa Geral, después de salir al rescate del antiguo Banco Espirito Santo y de Banif. En total, Portugal se gastó 18.000 millones en sus bancos. Esta vez España, con la banca saneada, si tuviera un Gobierno mínimamente estable, está ante una oportunidad de oro para protagonizar el despegue. Pero estamos en manos de políticos como Pedro Sánchez. A ver si no lo fastidia.

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