En el Parlamento no hay mayoría para aprobar la salida de la UE, se rechazaría por un amplia 6 a 1.
Durante años el Gobierno de Londres desempeñó el papel de niño malcriado de Europa. Como parte del bloque, Reino Unido siempre impuso condiciones y un trato especial. Para no perder el acceso al mercado único, ahora se verá obligado a ceder. Paradójicamente en cuestiones en que los socios habían venido transigiendo: como la libre circulación de trabajadores. Tras la rabieta y el berrinche de su retoño más consentido, la Unión Europea parece haber tomado por fin la decisión correcta. En una declaración conjunta, los veintisiete afirmaron en Bruselas que no crearán un mercado 'a la carta' para Gran Bretaña. El panorama ha cambiado. Tras la parálisis, la decisión ha generado una perplejidad que se traduce en una enorme inestabilidad en el Reino Unido. No hay que olvidar la situación de casi la mitad de los ciudadanos que declaró su intención de quedarse en la UE. Y la de la juventud, que en su inmensa mayoría también votó por permanecer en la Unión. Por no mencionar lo que puede pasar con los más de tres millones de europeos que viven en el Reino Unido. Entre los políticos británicos Nicola Sturgeon, la líder del Partido Nacional Escocés, es la única figura que emerge fortalecida. Se le presentan varias vías de acción. Tratará de reactivar el referéndum de independencia porque el camino emprendido por Londres ha sido rechazado de forma abrumadora en Escocia. Puede, asimismo, entorpecer y retrasar la decisión en el Parlamento demorando y judicializando el proceso. Y examinará los mecanismos para negociar directamente su incorporación a la UE.
Uno de los grandes impulsores del Brexit, el excéntrico Boris Johnson, renunció a sustituir a David Cameron como primer ministro. A la vista de los actuales problemas el Estado será muy difícil de administrar. No obstante, la verdadera razón es que en el último momento le traicionaron algunos de sus principales aliados. Un escándalo más que no hace sino agregar incertidumbre a la crisis. Por lo que se refiere al jefe de la oposición laborista, Jeremy Corbin, había perdido con anterioridad un voto de confianza de su partido por su poco entusiasta campaña para permanecer en la UE.
Nadie, ni siquiera los partidarios del Brexit, pensó en diseñar el proceso de salida. Algo que ninguno entre sus aliados en el mundo quería. EEUU consideraría el debilitamiento -o peor, una eventual desintegración de la UE- un desastre geopolítico de magnitudes catastróficas. En esta cumbre europea Cameron ha tenido ocasión de experimentar el aislamiento que le espera a su país: los demás líderes le recibieron con frialdad. Fue motivo de disgusto que Cameron no invocara de inmediato el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que regula la retirada voluntaria de un miembro de la UE para cuya negociación da dos años.
El caos en Londres llega al extremo de plantearse un ?exit del Brexit?. En la Cámara de los Comunes afirman que puede rechazarse: como históricamente se carece de una constitución escrita ?no es legalmente obligatorio respetar el referéndum?. Se recuerda que es el Parlamento soberano quien decide, y que la ley que autorizó la consulta no establece que tenga fuerza legal alguna. Según este argumento, Gran Bretaña no se puede ir de la UE e iniciar su divorcio con la sola aplicación del articulo 50, como exige el bloque. Este precepto establece que ?cualquier Estado miembro debe decidir su salida de la Unión de acuerdo con sus requisitos constitucionales?. En el caso británico, éstas son un conjunto de tradiciones, actas y convenciones. En el Parlamento no hay mayoría para aprobar el Brexit. Entre los 600 diputados de los comunes no llegan a un tercio los euroescépticos. Y de haber una votación en la Cámara Alta, los lores rechazarían el Brexit por un margen de 6 a 1. La consulta podría -según quisieran muchos- ser tratada como una recomendación popular, sin obligaciones legales de ser respetado. Pero no está nada claro que los diputados se atrevan a ignorar -o dar la espalda- al pueblo en medio de la debacle creada.
El todavía premier pretende aguardar a la reunión de su formación política el 9 de septiembre y el primer ministro que salga de ella. Como tengo escrito, convocó el referéndum por razones partidistas, aunque intentó disfrazarlo con una falsa dignidad de demócrata. Hablar de meses de dilación en estas condiciones supone una eternidad para Europa. No se le puede permitir que mantenga en vilo a sus exsocios por razones de funcionamiento interno del partido conservador. Sería un nuevo chantaje intolerable. La UE tiene el derecho -y hasta el deber- de exigir una solución lo antes posible.