
Se levanta el telón para otro acto del drama de la deuda griega. Los ministros de Finanzas de la zona euro y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han acordado con Grecia, a consecuencia de las exigencias del FMI, comenzar a proporcionar algún alivio a la deuda de este país, y liberar nuevos recursos en forma de fondos de rescate. Grecia, por su parte, se ha comprometido a una nueva ronda de austeridad y reformas estructurales.
Hasta hace poco, el FMI insistió en que participaría en el próximo programa de rescate griego sólo si se consideraba que la deuda griega era sostenible. Sobre la base del más reciente análisis de sostenibilidad de la deuda que realizó el FMI, ese no es el caso. Alemania, sin embargo, insistió en que el FMI continúe a bordo -y, con el acuerdo más reciente, parece que esa insistencia prevaleció, a cambio de que Alemania acepte el alivio de la deuda al que se oponía.
La victoria puede bien no valer el sacrificio realizado. De hecho, habría sido mejor dejar que el FMI saliera, por dos razones. En primer lugar, las evaluaciones de sostenibilidad de la deuda realizadas por el FMI con respecto a Grecia se ven socavadas por un profundo conflicto de intereses. En segundo lugar, y esta es la razón más importante, los créditos del FMI son demasiado caros.
En un procedimiento de rescate considerado como normal, el FMI actúa como un juez imparcial de la sostenibilidad de la deuda del país que se encuentra en problemas; luego, si así lo decide, puede intervenir como prestamista de última instancia. Esto es lo que ocurrió en el año 2010, cuando el sector privado quería huir de Grecia y una crisis sistémica se cernía sobre este país.
Pero hoy Grecia tiene sólo unas pocas obligaciones con el sector privado. Los gobiernos de la zona euro son los que ofrecen grandes cantidades de fondos. Por su parte, el FMI tiene un gran volumen de créditos pendientes de pago.
Por supuesto, si los acreedores de Grecia aceptan un recorte, los créditos del FMI se tornarán en créditos más seguros -consecuentemente, es en este punto que surge el conflicto de intereses. De hecho, el análisis de sostenibilidad de la deuda realizado por el FMI no puede considerarse neutral, y seguramente sería rechazado por participantes del sector privado. Generalmente, es un juez neutral -no así uno de los propios acreedores- quien establece los términos en los procedimientos de insolvencia.
Esto no quiere decir que las conclusiones a las que llega el FMI estén necesariamente erradas. De hecho, se podría debatir, de manera interminable, la interrogante sobre la sostenibilidad de la deuda de Grecia. Algunos podrían sugerir que la deuda de Grecia es sostenible, ya que el Gobierno griego tiene que pagar menos en intereses que Portugal o Italia, países que tienen niveles de deuda mucho más bajos.
El FMI, sin embargo, sostiene que, a pesar de estos pagos de intereses bajos, las necesidades de refinanciación de Grecia superarán el 15 por ciento del PIB (un umbral arbitrario, sin lugar a dudas) en algún momento -quizás tan pronto como dentro de 15 años. Lo que el FMI no destaca es que, si eso ocurre, será todo debido al propio FMI -o, más precisamente, el alto costo de los préstamos del FMI.
El FMI está cobrando una tasa de interés mucho más alta (hasta 3,9 por ciento) en comparación con los prestamistas europeos (quienes cobran una tasa que está levemente por encima del 1 por ciento, en promedio), en gran parte debido a que tiene un recargo de hasta 300 puntos básicos sobre sus propios costos de financiación, en comparación con menos de 50 puntos básicos de los prestamistas europeos. Además, los préstamos del FMI deberán ser reembolsados en los siguientes 5 a 7 años, en promedio, en comparación con un período máximo de 50 años en el caso de la financiación europea.
El FMI supone que sus préstamos serán sustituidos por préstamos al sector privado a tasas de interés aún más altas (más del 6 por ciento). Esto haría que la deuda de Grecia entre en un proceso de bola de nieve, ya que es muy poco probable que el crecimiento de su PIB alcance tal tasa en el futuro previsible.
La buena noticia es que hay una forma sencilla de evitar este resultado: sustituir la cara financiación a corto plazo del FMI con préstamos europeos baratos a largo plazo. Con este cambio, la deuda griega puede convertirse en sostenible, incluso según las normas del FMI.
Por supuesto, esto requeriría más fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate de la zona euro. Sin embargo, el MEDE enfrentaría riesgos más bajos, debido a que el FMI tiene ?status de súper sénior?, lo que significa que se supone que sus préstamos deben ser pagados en primer lugar, sea cual fuere la situación. Cabe señalar que el acreedor con más alto rango, por lo general, cobra la tasa de interés más baja, no la tasa de interés más alta, como lo hace el FMI.
Los ahorros para Grecia serían enormes. Dado que el recargo promedio sobre los préstamos a Grecia del FMI es de unos 250 puntos básicos, y el FMI tiene más de 14.000 millones de euros en créditos pendientes de pago, esta institución está obteniendo enormes ganancias de Grecia -más de 800 millones de euros al año desde el 2013, casi el equivalente de los costess anuales de funcionamiento del Fondo. El FMI es una valiosa institución a nivel mundial, pero no debe estar financiada principalmente por los contribuyentes griegos (y prefinanciado por los contribuyentes de la zona euro).
Si Grecia manda hoy al FMI a que haga sus maletas, este país podría ahorrar varios miles de millones de euros durante la próxima década, con una reducción proporcional en el riesgo para los acreedores europeos. Añada a esta situación la incapacidad del FMI para proporcionar un análisis imparcial sobre la sostenibilidad de la deuda de Grecia, y se puede afirmar que es muy difícil ver cómo alguien podría argumentar que hoy en día el Fondo Monetario Internacional puede hacer una contribución a las negociaciones griegas.
Hay, también, un punto más amplio. Grecia no es el único país que sufre el alto coste de los préstamos del FMI. Los préstamos pendientes de pago otorgados por el FMI que mantienen Irlanda y Portugal, que llegan a una cifra de 23.000 millones de euros, también deben ser refinanciados. Si los préstamos del FMI se reemplazan con financiación del MEDE, los contribuyentes de la zona euro se ahorrarán cientos de millones de euros por año.
La participación del FMI en los programas de rescate para Grecia, Irlanda y Portugal ya ha costado a los contribuyentes en aquellos países cerca de 9.000 millones de euros en cobros excesivos. Si bien no se puede revertir ese error, se lo puede rectificar. Si se maneja la situación con la suficiente rapidez, unos 4.000 millones de euros aún podrían salvarse.
Hace algunos años, puede que los organismos europeos no tuviesen la experiencia necesaria para gestionar los programas de ajuste si no contaban con la guía del FMI. Esa ya no es la situación. Hoy en día, no existe una buena razón para mantener al FMI revoloteando alrededor -y hay miles de millones de buenas razones para enviarlo a casa.
(Artículo de Daniel Gros para Project Syndicate)