Opinión

La ruptura de la UE acentuaría las diferencias entre estados miembros

La convocatoria del referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en Europa, ha reabierto el debate del futuro de la Unión. En los últimos siete años, varios han sido los seísmos que han tambaleado las estructuras de la UE en forma de rescates a países, crisis de deuda, burbujas inmobiliarias, crediticias y conflictos institucionales entre los diferentes miembros agrupados en dos bandos: los países "del norte", por un lado, y "los del sur", por otro.

Después de durísimas negociaciones, los países que forman el núcleo de poder en torno a Bruselas, como Alemania o Francia, llegaron a la conclusión de que para evitar la ruptura de la Unión Europea había que avanzar hacia una unión política de medio plazo, pero previamente reforzando la unión monetaria y regulatoria. Estos avances en la unión política han causado grandes recelos entre varios países como Finlandia, Países Bajos o Reino Unido, que en su posición de contribuyentes netos al presupuesto comunitario ven cómo los países del sur (España, Grecia, Italia o Portugal) se han convertido en un "pozo sin fondo" cuyo rescate está suponiendo un peaje demasiado elevado, con tal de mantener intactos los cimientos de la UE.

Si a esto se añade cómo se han retorcido los mecanismos de Maastricht y de los Tratados Fundacionales de Europa, por no decir el menoscabo a los principios que marcan los Estatutos del Banco Central Europeo (BCE), los argumentos a favor de frenar la unión política y volver al esquema inicial de unión aduanera, se refuerzan de una forma extraordinariamente rápida. Desde que se puso en marcha la política de facilidades extremas en política monetaria, los bolsillos de los europeos se han empobrecido un 21,5 por ciento y el euro ha perdido posiciones relevantes en los rankings internacionales de monedas de reserva.

En este sentido, ¿resistiría un análisis básico coste-beneficio el proceso de salvamento de los países miembros en problemas y, al mismo tiempo, de todos los grandes bancos de la eurozona? El primer país en plantearse esta pregunta y ejecutarla a través de referéndum es Reino Unido. Sin embargo, para evaluar tanto los costes como los beneficios, no basta con sumar todos los programas de rescate puestos en marcha en Europa desde 2008, equivalentes a más de 3 billones de euros, incluyendo las compras del QE y todos los beneficios visibles o invisibles de tener un mercado único integrado.

Hay que ir más allá. ¿Cuánto de los 3 billones (y los más que 4 billones que habrán enterrado los europeos para 2017) ha sido destinado a mantener el crecimiento económico y el empleo en Europa? Sin duda, una parte ha contribuido para mantener el crecimiento a corto plazo, al menos por una pura cuestión de ilusión monetaria. El problema es si el remedio ha resultado ser peor que la enfermedad.

Incluso si se tuviera en cuenta que los programas de rescate y expansivos en términos monetarios han servido para evitar una recesión más profunda en la eurozona (caída acumulada de hasta el 8 por ciento en los últimos siete años, un supuesto, sin duda, bastante agresivo) y un estancamiento duradero en los próximos años, una ganancia de 4 puntos de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) ha costado 22,2 puntos de PIB más de deuda pública y 2 puntos de déficit estructural sobre PIB.

Si además se incluye cuánto ha costado en términos de inestabilidad financiera, es evidente que el balance de costes y beneficios de los últimos años y lo que se proyecta a futuro no es muy positivo. Por ello, en esta primera aproximación, los partidarios de la salida de Reino Unido de la Unión Europea contarían con argumentos sólidos para defender su postura e insistir en la necesidad de volver a los orígenes de la Europa de los cuarenta de Schuman, Adenauer o Monnet.

El otro lado del balance

Sin embargo, existe un elemento que hace que el balance se dé la vuelta: los enormes costes que tendría la ruptura del mercado único. La fragmentación de un mercado único donde no existen fronteras y existe libertad de movimiento de personas y capitales causaría una elevación extraordinaria de los costes de transacción, pasando desde 0 a un nivel (por ejemplo) de 100 en menos de dos años.

La creación de fronteras y aduanas nunca es un proceso expansivo en crecimiento y, por el contrario, siempre es contractivo. No sólo por pura lógica económica, sino también por la ruptura de algo todavía más importante, como es el euro. Sin duda, el fin de la Unión Monetaria traería consigo un empobrecimiento muy rápido de aquellos países que tienen una posición financiera neta más débil, mientras que los Estados más fuertes (Alemania es el país acreedor más importante de Europa, con más de 625.000 millones de euros de saldo acreedor contra el Target2) financieramente hablando se convertirían aún más en safe haven, más incluso de lo que ya lo son. Con este planteamiento de ruptura, las consecuencias económicas se recrudecen por el lado negativo con la desaparición de 960.000 millones de la Política Agraria Comunitaria (PAC) o los más de 350.000 millones de euros comprometidos para su reparto en forma de fondos de cohesión, entre otros muchos más costes.

Al igual que sucede, en suma, con la campaña a favor del Bremainm (la permanencia en la Unión Europea), los costes son ciertamente visibles mientras que los beneficios no lo son tanto. Por ello, es más necesario que nunca aflorar los beneficios de que exista la Unión Europea.

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