Opinión

Cuando el auditor es el cómplice

Nada es del color que parece. La política lo desdibuja todo. Una vez le pregunté al jefe de inspección del Banco de España, Jerónimo Martínez Tello, por qué había dado el visto bueno a las cuentas de decenas de cajas de ahorros que luego fueron sistemáticamente a la quiebra. Me contestó que jamás podía imaginar el tsunami que se avecinaba. La misma excusa que puso ante el juez el exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Me pregunto para qué sirven las previsiones económicas del banco central, entre otras muchas instituciones.

La decisión esta semana del magistrado de las Audiencia Nacional, Fernando Andreu, de imputar a Francisco Celma, socio de Deloitte, por el fraude de la salida a bolsa de Bankia ha hecho saltar las alarmas. Los peritos Víctor Sánchez Nogueras y Antonio Busquets encuentran graves irregularidades en las cuentas de 2010 y 2011, previas al debut bursátil de la entidad. Irregularidades que ni el Banco de España ni el auditor percibieron. Al parecer, hubo informes de la inspección críticos que jamás vieron la luz, que, tanto el exdirector general de Supervisión como el exsubgobernador, Javier Ariztegui, desestimaron.

En septiembre de 2014, el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC) ya responsabilizó a Deloitte y a Celma por los estados contables de Bankia y los sancionó por la comisión de una infracción continuada muy grave y otras dos faltas graves sobre la Ley de Auditoría de Cuentas. Aunque para sorpresa de la mayoría, el asunto se saldó con una simple amonestación a Celma, en lugar de inhabilitarlo para seguir con el ejercicio de sus funciones. El poderío de Deloitte es tal que ni el ICAC se atreve con ellos.

Deloitte pasó de cómplice a verdugo. Cuando en mayo de 2012 el ministro de Economía, Luis de Guindos, propuso la nacionalización de Bankia, tras recibir una inyección de 22.000 millones, la auditora fue la primera en poner en duda su viabilidad.

Un año antes, en 2011, el Banco de Valencia afloró 2.000 millones de crédito promotor, que también pasó inadvertido para su auditor, Deloitte.

La explicación dada por el banco fue que estos préstamos estaban clasificados ?en sectores diferentes a la promoción inmobiliaria y construcción?. El problema es que debido a este "error contable" los créditos dudosos o subestándar (es decir, al corriente de pago, pero con alta probabilidad de incurrir en morosidad) se multiplicaron 2,6 veces. Los préstamos en mora pasaron de 1.371 millones a 3.568 millones, lo que obligó a la intervención de la entidad.

Pero hay más. Cuando los dueños de Banca Mare Nostrum (BMN) comenzaron a gestionar Sa Nostra, la antigua caja de Baleares, se encontraron con que el riesgo era muchísimo más elevado que el recogido en la auditoría de Deloitte utilizada para su adquisición. Una buena parte de las deudas destapadas estaban en anotaciones hechas a mano y escritas en papeles que no figuraban en los balances oficiales de la entidad. Deloittte era el auditor de todas las cajas que tuvieron que ser intervenidas.

¿Cómo es posible que el Banco de España, con la connivencia de una de las grandes auditoras, diera su plácet para que el expresidente de Bankia, Rodrigo Rato, engañara a miles de ciudadanos, a los que colocó acciones de la entidad en su salida a bolsa?; ¿qué fiabilidad van a tener los españoles de la opinión del Banco de España sobre el sistema financiero, teniendo en cuenta que Deloitte auditaba a la mayoría de estos? En definitiva, ¿podemos dormir tranquilos pensando que nuestro dinero está seguro en los bancos? La respuesta, a la luz de los acontecimientos, es que no.

El juez Andreu hace bien en investigar una de las etapas económicas más nefastas de nuestra historia. Detrás de los avales del Banco de España y de Deloitte a la salida a bolsa de Bankia está la mano de la exvicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado. La política embarcó a la entidad en una huida hacia adelante por orden de Zapatero, mal aconsejado por el exgobernador Fernandez Ordóñez. Ambos pensaban que la crisis era cosa de la prensa y que no iba a ser profunda. La propia Salgado quedó en ridículo con sus famosos "brotes verdes" en la economía, que jamás se confirmaron.

Deloitte se equivocó al dejarse llevar por la música de los políticos, en lugar de advertir de los riesgos reales que corrían los inversores. En opinión de uno de los antiguos gestores de Bankia (que prefiere guardar su anonimato): "En aquellos momentos todos sabíamos que la opinión de Deloitte variaba en función de la cantidad que se pusiera en el cheque para su cobro". Corresponde al juez averiguar si éste fue el verdadero leit motiv del auditor, que continúa defendiendo su inocencia. Pero en un negocio que se basa en la confianza, es extraño que el ICAC aún no le haya retirado la licencia, y que grandes empresas sigan contratando sus servicios.

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