Los comicios regionales y municipales del jueves en Gran Bretaña estuvieron marcados por el referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea. Se eligieron los parlamentos de Escocia, Irlanda del Norte y Gales. A nivel municipal destaca, sobre todo, la elección del nuevo alcalde de Londres. Tanto las municipales como, hasta cierto punto, las regionales se interpretan como un barómetro del respaldo para el primer ministro David Cameron y el líder laborista Jeremy Corbyn. Es cierto que ambos son partidarios de la permanencia en la UE, pero se vislumbran asimismo tendencias muy interesantes de cara a la consulta prevista para el 23 de junio. Una de ellas es que, si bien con dificultades, el izquierdista Jeremy Corbyn ha superado su primera gran prueba. Es líder laborista gracias al voto de los militantes, pero cuenta con escaso apoyo dentro de su grupo y sigue siendo cuestionado por el aparato del partido. No le ven capaz de llevarles al triunfo en las generales de 2020, y unos malos resultados hubieran podido precipitar su caída. Aunque ha perdido respaldo en las municipales, la pérdida ha sido menor de lo que muchos temían. Y ha evitado el desastre que algunos en su partido deseaban. Lo más doloroso para el laborismo ha sido quedar relegado a la tercera fuerza en Escocia, uno de sus bastiones tradicionales. Es la primera vez en 60 años que esto ocurre. Los conservadores se han confirmado como primer partido de la oposición en el Parlamento de Edimburgo. La razón de esta ?humillación? laborista ha sido la amplia victoria lograda por el Partido Nacionalista Escocés (SNP), aunque ha perdido su mayoría absoluta. Su exultante líder, Nicola Strugeon, afirma que la formación ?ha hecho historia?. El buen resultado del SNP supera el ámbito local. Se comenzarán a gestionar las nuevas y fundamentales competencias, así en materia fiscal, que el Gobierno de Cameron accedió a ceder tras el referéndum de independencia de 2014. Podría reforzar igualmente las ambiciones secesionistas, mas Sturgeon ha asegurado que no promoverá un segundo referéndum. Con una clara salvedad. No lo hará a menos que haya mayoría indepentista, o si cambian ?significativamente? las circunstancias. Entiéndase por esto una salida del Reino Unido de la UE. Este hecho es muy importante porque los escoceses son los más europeístas entre los británicos. La amenaza de esa ruptura pesará mucho en Inglaterra a la hora de decidir en junio. En Gales el laborismo mantiene su dominio y tendrá que gobernar en minoría. Le ha perjudicado la irrupción en la Asamblea del xenófobo Partido por la Independencia, Ukip. Los datos de Irlanda del Norte aún no se conocen cuando escribo estas líneas. A nivel municipal la joya de la corona es, sin duda, Londres. El candidato laborista de origen pakistaní, Sadiq Khan, se ha convertido en el primer edil musulmán de la capital. Tuvo que enfrentarse a una auténtica guerra sucia por parte de su rival, Zac Goldsmith, que con ayuda de la prensa ha intentado una y otra vez vincularle con el extremismo islámico. Europeísta convencido, Khan se limita a alegar que ha combatido el extremismo toda su vida, y que los "vínculos" que se le imputan se remontan a su época como abogado de derechos humanos, en los que defendió también a varios presos de Guantánamo.
Londres se ha constituido en la gran oportunidad para los laboristas. Ha compensado sus pérdidas en Escocia y el sur de Inglaterra con la reconquista de la capital, que llevaba ocho años en manos de los conservadores gracias al tirón popular del polémico Boris Johnson, que ahora se centrará en su campaña contra Europa. La victoria de Khan no sólo significa que una gran capital europea tendrá un alcalde musulmán. Es mucho más que eso. Es el mejor antídoto para el veneno de la corriente islamófoba que amenaza Europa. Algunos seguramente criticarán este hecho, denunciando que nunca podría suceder a la inversa. Sin embargo, es precisamente nuestra tolerancia la que defendemos como modelo de convivencia.