Opinión

Bulgaria y las consultas de la izquierda

  • Los referéndum sólo se convocan cuando se va a imponer la tesis de los autores
  • PSOE, Podemos e IU acaban de realizar tres de estos procesos
Alberto Garzón y Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados. Imagen: Reuters

Cuentan los historiadores que en los congresos del Partido Comunista búlgaro celebrados durante veinte años pocas veces corría el aire entre los rostros de los participantes. No se movía ni un músculo en las facciones de quienes escuchaban a Todor Zhikov antes de que, mecánicamente, los delegados se levantaran de sus asientos y acudieran en fila a depositar el voto por la renovación del secretario general y del resto de la dirección del partido que gobernó el país desde 1946 hasta 1990.

Los porcentajes de aprobación y renovación de las estructuras fueron siempre tan monolíticos que ha quedado entre nosotros familiarizada la expresión 'a la búlgara' para definir el resultado de una votación masiva y adivinada de antemano.

Sabido es que las preguntas con forma de referéndum sólo son convocadas por dirigentes que tienen la absoluta seguridad de que va a imponerse la tesis que ellos defienden. Así lo hizo David Cameron en la consulta sobre Escocia, y así lo han hecho los máximos responsables de los partidos de la izquierda española para ventilar asuntos delicados que requerían del barniz de una impoluta democracia interna que resiste pocas veces un análisis independiente.

En la consulta a las bases que realizó el PSOE para ratificar cualquier acuerdo que propusiera la dirección -se consideró que así resultaba validado el pacto con Ciudadanos-, participaron poco más de la mitad de los afiliados y casi el 80% votó a favor de lo que proponían Sánchez y Luena. Ni siquiera el 40% del total de militantes aprobó esa estrategia.

Pocas semanas después, Podemos convocó por Internet a sus bases para preguntarles si aceptaban sumarse al pacto PSOE-C's o bien preferían impulsar un acuerdo exclusivamente de izquierdas. Los participantes no llegaron al 40%, a pesar de la comodidad de poder votar a golpe de click, y de ellos el 92% respaldó la propuesta de Iglesias sin Errejón, que ya por entonces había caído en desgracia por su defensa de la transversalidad y del entendimiento con los socialistas.

En la consulta que acaba de celebrar IU para someter a la consideración de sus bases la posibilidad de una coalición electoral con Podemos, sólo ha participado el 28% de los afiliados. Un porcentaje aún menor, el 24% de los militantes de IU ha aprobado el pacto con el partido que les despreciaba hasta hace pocos meses. Entre el 72% de abstencionistas de IU están el grueso de los que no quieren un acuerdo que desnaturalice la esencia del comunismo tradicional, el viejo comunismo de siempre. Estará seguro Gaspar Llamazares, que ha alertado del peligro evidente de que IU se convierta en satélite del populismo de izquierdas y pierda la esencia de sus principios.

Iglesias se abalanza ahora sobre las viejas estructuras de la izquierda que tanto ha criticado, demostrando una vez más la mutación de su pelaje radical según van siendo las condiciones del entorno. En este momento prefiere pactar con el hasta hace poco considerado 'pitufo gruñón' para que el bajón de sus expectativas electorales no se convierta en un fracaso en las urnas.

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