
Las bases de izquierda Unida ya han dicho sí a Podemos, pese a que no esté muy claro qué implica ese sí. Bien está no obstante que los "aliables" vayan demostrando al menos la querencia, que el 26J es mañana y España se piensa mucho últimamente las alianzas. Pase lo que pase, pacten lo que pacten, la izquierda no ganará las elecciones. La izquierda radical, se entiende, no el PSOE que tampoco las ganará pero por motivos diferentes.
Personalismos, siglas y aparatos aparte, la dificultad principal para articular una candidatura con Podemos e IU es la concepción de su votante potencial. En Izquierda Unida pervive la idea de que la desigualdad material es la brecha que separa y posiciona a los votantes a izquierda y derecha. Podemos, sin embargo, está fundado sobre la negación del propio eje izquierda-derecha, sustituido por el arriba-abajo. Esto es, Izquierda Unida ha insistido en llamarse izquierda y esperado a una epifanía de los desheredados que se transformase en papeleta de voto; mientras, Podemos intenta hacer sólido un nuevo sujeto social construido simbólica y discursivamente al que podríamos denominar "la gente" o, como jocosamente lo llaman algunos, "el coletariado".
No importa ponerle un nombre jocoso porque no tiene que definir nada. Definir es limitar y el objetivo es justo el opuesto. Los líderes de Podemos a menudo se refieren a "la izquierda" como una etiqueta que les oprime. Oprime y resta votos.
"Lo más preocupante, es que ningún partido radical o anticapitalista ha conseguido llegar a las clases populares y hacerse su representante efectivo y literal", concluía Alberto Garzón en un reciente artículo en el que analizaba la izquierda radical y anticapitalista europea. Las clases más bajas no votan preferentemente a la izquierda radical, al contrario, estos partidos solo tienen mejor rendimiento que el resto entre los votantes con mayor formación académica.
Todos los estudios electorales muestran que los votantes de la izquierda radical actual responden en realidad a un amplio espectro de posicionamientos simbólicos entre los que la desigualdad económica es solo uno más junto al animalismo, el ecologismo, la memoria histórica, la plurinacionalidad, la actitud ante la religión... Es decir, que la izquierda colocada a un lado de la brecha económica estaría muy sola si no fuera por los votantes que vienen de otras brechas.
En otro artículo reciente, Iñigo Errejón marcaba el terreno para el pacto que se acerca explicando la condición inconclusa de su partido, que aspira a construir "un nuevo demos". ¡Casi nada! El objetivo de Podemos es redefinir el pueblo mismo y su ventaja en esta titánica tarea tiene que ver con la desconexión de buena parte de la ciudadanía respecto al "pueblo" preexistente. En torno a Podemos se han agrupado infinidad de sensibilidades excluidas del discurso hegemónico y de la presunta esencia del pueblo español. "El plus que ha conseguido Podemos ha sido atraer a votantes abstencionistas e ideológicamente moderados a partir de un voto protesta o de expectativas incumplidas", escribía también Garzón. Sí, Garzón ve las mismas premisas aunque no llegue exactamente a las mismas conclusiones.
El coletariado está "a medio camino"
En resumen, y por contar breve lo que es sencillo, la izquierda perdió hace mucho y se fue con su baúl de símbolos fracasados. Ahora es el tiempo del coletariado. Esto no significa que una postura sea superior ética o intelectualmente a la otra sino que las condiciones objetivas favorecen claramente la "hipótesis Podemos", la existencia de un espacio electoral que, por más que tenga que ver con la izquierda no es la izquierda ni quiere serlo porque la izquierda siempre pierde. El coletariado, como explica Íñigo Errejón en el mencionado artículo, está "a medio camino", es dinámico y dúctil, es lo que la ocasión requiera y no tiene deudas históricas.
En la definición (o indefinición) de su propia identidad, en la apelación los votantes, estará la clave del éxito de una hipotética alianza IU-Podemos (y otros afines). Si la demografía y el voto rogado lo permiten, cabe la opción de una mayoría coletaria (más bien exigua). Pero la izquierda, ya lo decía Pedro Sánchez, ni es mayoría ni lo será, porque con el aumento de la desigualdad no es la izquierda la que crece, como intuirían los marxistas, sino el bipartidismo y el discurso hegemónico vigente.