Opinión

La muerte del "programa, programa, programa"

  • El PSOE intentará de nuevo lo que no consiguió: pactar con Podemos
El líder de los socialistas, Pedro Sánchez. Imagen: EFE

Lo creó Julio Anguita en su empeño ancestral por horadar el protagonismo del PSOE en la izquierda española. Y la frase caló hasta convertirse en manida durante décadas a la hora de hablar de posibles pactos políticos entre partidos diferentes que buscan un objetivo común en el poder. Hoy, la máxima de Anguita, ha sido enviada al armario de la nueva política como un instrumento inservible al lado de los personalismos y la guerra de egos.

Pedro Sánchez acaba de decirle a su partido que nunca pactará con Rajoy, ni siquiera con un resultado electoral el próximo 26 de junio que mantenga el mismo equilibrio de fuerzas que el 20D. El término sectarismo se queda corto para definir la postura del líder socialista, empeñado en deslegitimar a su adversario político con un veto profundamente antidemocrático que su partido aprueba y jalea. Los más veteranos claman al cielo por esta postura intransigente, que desprecia la opción electoral de millones de españoles, pero los actuales dirigentes con poder están encantados con el rechazo visceral al partido conservador español al que estarían tentados de eliminar del panorama político si pudieran legislar sobre ello.

El mantenimiento de esta postura nos hace adivinar que el PSOE intentará de nuevo lo que no consiguió por milímetros en la legislatura fallida: un acuerdo con Podemos, a quien no reprocha lo peligroso de su programa político sino su decisión de no apoyar la opción socialista. Si Sánchez pensara tanto como dice en los ciudadanos que sufren, pactaría con el PP exigiendo políticas sociales e imponiendo leyes de rescate de los más necesitados. El único problema es que él no sería presidente.

Ciudadanos advierte de que no pactará con Rajoy, antes incluso de sentarse a hablar de aspectos comunes en los programas políticos. Un partido con el 13% de los votos quiere decidir quién no puede ser candidato de otro. Aunque su veto difiere del que aplican los socialistas: no es al PP, sino al dirigente con nombre y apellidos al que consideran responsable político de la corrupción en la que han caído durante los últimos años decenas de cargos públicos. Este rechazo, con todo, es el más flexible, parece el más permeable a posibles modificaciones de estrategia por los antecedentes de Ciudadanos al corregir sus posiciones políticas, y porque se adivina en las palabras de Rivera que decidirá su política de pactos con los resultados de las urnas en la mano. Si el PP amplía su victoria, tendrá complicado mantener su rotundo no a Rajoy.

Tampoco el previsible ganador de las nuevas elecciones ha demostrado una extraordinaria preocupación por hablar de políticas concretas para mejorar la vida de los ciudadanos. El presidente en funciones estableció un marco de cinco grandes asuntos sobre los que poder dialogar, de forma escéptica y poco implicada, aunque partía con la negativa visceral de Sánchez. Si hubiera entrado a hablar en profundidad con algún actor político habríamos comprobado si en verdad adolece de cintura política y de capacidad de acuerdo.

Tampoco parecen muy empeñados en analizar programas Podemos e IU en su afán por alcanzar un acuerdo que les permita concurrir en coalición. La pureza de siglas que defendía Alberto Garzón incluye, por lo que vamos sabiendo, la exigencia dempuestos de salida para sus candidatos en las listas electorales, de forma proporcional a lo que anuncian las encuestas. Y a ello añaden la necesidad de fondos económicos con los que financiar la deuda de IU, que va camino de convertirse en deuda histórica como la que pretenden algunas Comunidades.

La advertencia de Gaspar Llamazares es pertinente en el actual estado de la negociación entre ambos partidos: "Podemos es un partido veleta que se mueve en función del viento". Viniendo de quien viene, tal vez sea tenida en cuenta la advertencia.

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