Opinión

La solución al bloqueo, en el fondo y la forma

Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. Imagen: archivo

Pedro Sánchez parece haberse arrepentido de arrepentirse de su error. El reconocimiento de que no debió llamar indecente a su principal adversario político se ha visto sucedido de varias aclaraciones que han venido a desmentir cualquier atisbo de cambio de tono en el líder socialista respecto a Mariano Rajoy.

Mantiene su calificativo insultante "en el fondo, pero no en la forma", haciendo una diferenciación sorprendente que quien debe comprender o no es el destinatario de sus palabras: el insultado debe ser quien sepa distinguir si sólo es tachado de indecente desde un punto de vista formal o si se incluye también el espíritu de tal término en el ánimo de quien lo profiere.

Un curioso episodio dialéctico que no nos saca de dudas respecto a las intenciones del secretario general del PSOE con el otro gran partido político de nuestro país. Sigue siendo dudoso que Pedro Sánchez vaya a abandonar su intento de deslegitimación del adversario, algo que viene haciendo en los últimos meses aplicando sentencias que ni siquiera los jueces han resuelto hasta este momento, y mucho menos los ciudadanos españoles en su mayoría simple. Sánchez concluye que el PP debe abandonar el gobierno y pasar a la oposición como única forma de regeneración posible, depositando en un imaginario limbo sus votos en las urnas como si no fueran determinantes para definir la posición que ocupa ese partido en la vida política española.

Debemos por tanto augurar que después del 26-J seguirá negándose a dialogar con el que considera el partido de la corrupción y el que ha provocado la desigualdad social en España. Hoy mismo ha asegurado que no pactará nada con el PP aunque se repita el resultado. Si así ocurre, y si su partido no le obliga a lo contrario, dará de nuevo un portazo a la única solución viable de este atolladero institucional que nos ha dejado la irrupción de la nueva política: el entendimiento y la colaboración entre los dos principales partidos, o en su defecto la decisión de permitir que gobierne quien gane las elecciones.

Una posibilidad, ésta última, que debería producirse sea quien sea el que obtenga más votos. Alguien en el PSOE debería explicarles a Sánchez y Luena que no es necesario que pacten nada con su despreciado rival político, incluso para obtener ellos un rédito de cara al futuro. Existe la opción de que el segundo deje gobernar al primero absteniéndose en la segunda votación de la sesión de investidura y permitiendo así un gobierno en minoría, para pasar a la oposición a continuación y ejercer una labor de control férreo que le permitiría crecer en solidez de cara a la opinión pública y presentarse en unas necesariamente cercanas nuevas elecciones como alternativa más aconsejable para el futuro.

Esta fórmula debería ser la solución gane quien gane el 26 de junio, instalados como estamos en la imposibilidad total de que exista un diálogo entre los dos principales partidos. Con ésta desgraciada realidad ya hemos aprendido a convivir.

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