Decía el filósofo René Descartes que hay dos cosas que contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino. En el caso de las infraestructuras españolas, el avance logrado durante las últimas décadas ha venido a romper esta disyuntiva. En este periodo, nuestro país ha experimentado una evolución muy superior a la del resto de países de nuestro entorno. Este desarrollo nos ha llevado a situarnos en los primeros puestos internacionales en materia de infraestructuras y nos ha permitido convertirnos en pioneros y referentes en el terreno de la obra civil. Prueba de ello es que podemos encontrar grandes obras de ingeniería con sello español en cualquier parte del mundo. Consulte el especial 10º Aniversario de elEconomista.es
Y todo ello lo hemos hecho por el buen camino, dando pasos sólidos en la creación de una red de infraestructuras y transportes, que constituye un signo distintivo y que se ha convertido en una de nuestras principales fortalezas y tarjetas de presentación.
En definitiva, creo que todos podemos coincidir en que España ocupa hoy el lugar que merece, que nos podemos sentir orgullosos de la transformación que en este ámbito ha experimentado nuestro país y que la proyección exterior de nuestras empresas y la cualificación, experiencia y capacitación de nuestros ingenieros nos ha posicionado y reconocido, diría yo, como uno de los países con más decidida vocación internacional.
España es el país con el sector turístico más competitivo del mundo gracias a sus infraestructuras y, en virtud de la calidad de éstas, figura en el TOP-10 del último informe del World Economic Forum. Tenemos la primera red europea de autovías y autopistas, somos el cuarto país del mundo con mejor infraestructura ferroviaria, y ocupamos la quinta posición entre los países de la UE-15 por extensión de nuestra red de vías férreas.
Nuestro gestor aeroportuario, Aena, es el primero del mundo en número de pasajeros (207 millones de pasajeros en 2015), mientras que Enaire es el cuarto proveedor de servicios de navegación aérea de Europa. Datos, en conjunto, que ponen de manifiesto el magnífico trabajo que se ha realizado durante las últimas décadas.
Las infraestructuras han demostrado ser una de las principales palancas de crecimiento económico, por su contribución al PIB y a la creación de empleos que llevan aparejadas. En el caso del ferrocarril, las magnitudes son lo suficientemente contundentes como para que le sigamos dispensando toda la dedicación que merece, atendiendo a su relevancia.
Contamos con una red ferroviaria que ya tiene una longitud de 15.522 kilómetros; 3.243 kilómetros son de alta velocidad y, de ellos, 619 se han puesto en servicio en la anterior legislatura. A pesar de los años tan complicados que hemos atravesado, hemos puesto en marcha la prolongación de los servicios de la línea Madrid-Barcelona hasta Girona y Figueres, los nuevos servicios internacionales España-Francia, el AVE Madrid-Alicante, el Eje Atlántico, los servicios de alta velocidad Madrid-Valladolid-Palencia-León, y la conexión de Zamora con la alta velocidad, entre otros. Por su parte, la Red de Carreteras del Estado también ha registrado un importante impulso, que nos ha permitido contar hoy con más de 26.300 kilómetros. Hemos logrado avanzar en la vertebración de nuestro país, cerrando importantes ejes como la A-7, la A-8 o la autovía de la Plata. Y hemos puesto en servicio más de 900 nuevos kilómetros de autovías y autopistas.
En el modo aéreo, es sobradamente conocida la profunda transformación que ha experimentado Aena, que, partiendo de un déficit de caja de más de 400 millones de euros en 2011, se ha convertido en una compañía de éxito reconocido gracias a un proceso de transformación sin precedentes.
Todo el esfuerzo realizado durante el transcurso de los últimos años ha permitido a España exportar su know how de conocimientos y experiencia, y estar presente en proyectos tan importantes como el AVE Meca-Medina, el Proyecto Marmaray (el túnel ferroviario submarino que une Europa y Asia bajo el Estrecho del Bósforo) o el metro de Lima, por poner algunos ejemplos.
La evolución de las infraestructuras de transporte es un fiel reflejo del progreso, en la medida que propician el desarrollo social y económico, y crean un entorno de oportunidades. Éstas son la llave hacia un futuro con mayores expectativas para todos: para las empresas y para las personas, es decir, para la sociedad en general.
En este sentido, también resulta clave el papel de los medios de comunicación, como transmisores de la labor que se realiza desde la Administración Pública y las empresas españolas del sector. En esta última década hemos podido asomarnos, desde las páginas de El Economista, al importante avance que ha experimentado el país y su red de infraestructuras.
Espero que el éxito de los próximos diez años de vida del periódico corran parejos a la espectacular evolución que vivirá nuestro país, reforzando si cabe aún más nuestra excelencia dentro de nuestras fronteras, y nuestro liderazgo en el ámbito internacional.