Opinión

El buen camino hacia la próxima década

Aunque en el campo de la información económica diez años den siempre para mucho, posiblemente existan pocos diarios especialistas en esta materia que, como elEconomista, hayan tenido que dar cuenta de una actualidad tan vertiginosa durante su primera década de vida. Tanto como para que el impacto de la grave crisis financiera de 2008 y la dura experiencia de sus hondas repercusiones económicas y sociales, hayan provocado que hoy nuestra manera de abordar el presente y de enfocar el futuro sea muy diferente de la que teníamos cuando elEconomista vio por la luz por primera vez. Consulte el especial 10º Aniversario de elEconomista.es

Las enseñanzas de la crisis son tantas y tan evidentes que no caben excusas para quienes ahora, en España parecen empeñados en ignorarlas y reproducir antiguos errores. Sin embargo, la experiencia debería servir, como mínimo, para vacunarnos contra la autocomplacencia miope de aquellos dirigentes políticos que, en su época de prosperidad heredada, no pudieron o no quisieron ver los riesgos, desoyendo todas las advertencias; y que incluso, cuando la crisis ya se había desatado, se enrocaron en una postura negacionista para luego, tarde y mal, improvisar decisiones cuyo único efecto fue agravar aún más la situación, llevando a nuestra economía a una angustiosa recesión, a nuestras cuentas públicas al borde del rescate financiero, a nuestro mercado laboral al mayor proceso de destrucción de empleo de la historia reciente, y a nuestro modelo social de bienestar a una situación de grave peligro.

En efecto, hoy vemos el mundo de modo muy distinto a como lo veíamos en 2006. Pero tampoco lo vemos, ni mucho menos, tan negro como en 2012. Y eso no es producto de la casualidad, sino del giro radical en nuestra política económica que se inició desde aquel año, el gran cambio que ha hecho posible que hayamos podido acabar la pasada legislatura en posición de liderazgo dentro de Europa en cifras de crecimiento económico y de generación de empleo. No, no ha sido casualidad, sino la consecuencia de una auténtica política reformista, esa que no se limita a anunciarse tan ostentosa como vacuamente, sino que se lleva a la práctica trabajando día a día, con medidas concretas y efectivas.

La próxima década está aún por escribir. Vivimos ahora un momento crucial en el que la decisiones que adoptemos sobre la orientación política del gobierno de España van a condicionar decisivamente nuestro futuro. Debemos optar entre forjar una estabilidad política que nos permita seguir avanzando por la senda de las reformas y el crecimiento o, por el contrario, caer en la inestabilidad y reproducir los errores que irremediablemente nos harían retroceder hasta la casilla del inicio de la crisis. Ojalá que sepamos elegir bien.

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