Opinión

La mala comunicación de China

En un foro en Canberra el año pasado, Andrew Sheng dijo en broma: "China es transparente, pero sólo en el sentido chino". La declaración provocó risas entre quienes consideran opacos los procesos de toma de decisiones del gigante; pero fueron risas generadas por la certeza de que Sheng tenía razón. En el período previo a una decisión política importante en China, los editoriales de las autoridades de alto rango en las principales publicaciones, así como los informes y comunicados de foros y reuniones oficiales, casi siempre ofrecen pistas sobre lo que irá a suceder. Uno sólo tiene que saber cómo leerlos.

Esto es más fácil de decir que de hacer, al menos para los medios extranjeros, cuyos esfuerzos por anticipar las medidas políticas de China han generado mucha frustración -y hasta acusaciones de que la toma de decisiones china es sigilosa e impredecible-. Este esfuerzo quizás hoy resulte más evidente en las discusiones sobre el tipo de cambio de China.

Muchos inversores interpretaron la inesperada devaluación del renminbi en un 1,9 por ciento frente al dólar en agosto pasado como un último recurso por parte del Banco Popular de China (PBOC) para prevenir una crisis económica. En consecuencia, supusieron que era apenas el comienzo de una depreciación prolongada inducida por la política monetaria. Como resultado de ello, una ola de inversores se desprendieron del renminbi, alimentaron la volatilidad del tipo de cambio e impulsaron un marcado incremento de salidas de capital. Sin embargo, China en verdad no está al borde de una crisis monetaria en absoluto. Considerando que toda esta actividad ocurre en el mercado del renminbi offshore, que es pequeño en escala y sólo tiene conexiones limitadas con el sistema financiero de China continental -lo cual es el resultado de la vacilación por parte de China respecto de la liberalización del mercado financiero y la convertibilidad de la cuenta de capital-, la situación se mantiene bajo control. Si a esto le sumamos otros puntos fuertes de China -un PIB anual de más de 10 billones de dólares, una tasa de crecimiento por lo menos cuatro puntos porcentuales por encima del promedio global, 3 billones de dólares en reservas de moneda extranjera, una tasa de ahorros de 40 por ciento del PIB y un gigantesco excedente comercial-, una crisis de tipo de cambio parece sumamente improbable.

Pero eso no significa que desaparezcan los riesgo. Por el contrario, China tiene un fuerte interés en frenar la volatilidad -y, dado lo central que es China para la economía global, el resto del mundo busca lo mismo-. La clave será lograr que los mercados y los responsables de políticas económicas estén en sintonía. Hasta el momento, los líderes de China han sido bastante comunicativos respecto de sus planes, y declararon públicamente que una devaluación sustancial del renminbi no es parte de su plan. Teniendo en cuenta la fortaleza duradera de la posición económica de China, sus palabras deberían ser tomadas al pie de la letra.

Es más, los responsables de las políticas económicas de China han manifestado un claro compromiso por minimizar la intervención del Gobierno y promover una estrategia orientada hacia el mercado para fijar las tasas de interés y el tipo de cambio. Y las autoridades -particularmente las del PBOC- han hecho un progreso significativo con miras a este objetivo. Por cierto, la devaluación de agosto pasado estuvo acompañada por el anuncio de un mecanismo más orientado al mercado para fijar el tipo de cambio del renminbi en el mercado interbancario, según el cual la tasa de fijación diaria se basa en el precio de cierre del día anterior. Esa medida, un paso importante en el proceso de internacionalización, fue un prerrequisito para la incorporación del renminbi a la canasta de monedas que determinan el valor del activo de reserva del FMI, el Derecho Especial de Giro.

De todos modos, aun cuando China intentó crear un sistema basado en el mercado más confiable, las respuestas de los inversores fueron sesgadas, con expectativas infundadas de una devaluación sustancial y consistente que alimentaron la especulación en los mercados internacionales. El subsiguiente intento por parte de la Administración Estatal de Cambio Extranjero de China de estabilizar las expectativas al declarar que el valor del renminbi se fijaría contra una canasta no revelada de monedas, y no sólo contra el dólar, no logró convencerlos. Las operaciones de venta siguieron propagándose offshore, lo que sometió al renminbi a una creciente presión.

Sin duda, China podría haber comunicado con mayor claridad su nueva política de tipo de cambio, algo que admitió Fang Xinghai, vicepresidente de la Comisión Reguladora del Mercado de Valores de China. Pero eso no significa que las autoridades, especialmente el PBOC, fueran sigilosas u opacas en su toma de decisiones. El verdadero problema fue, como sugirió Sheng, una diferencia en el estilo de comunicación. El PBOC reconoció este descontento y ha venido trabajando enérgicamente para impedir futuros malos entendidos diseñando políticas que salvaguarden la estabilidad del tipo de cambio y preocupándose, al mismo tiempo, de no transmitir ninguna señal de que la flexibilización monetaria es factible. A pesar de que la liquidez interbancaria es restringida, el PBOC se niega a bajar la tasa de reserva de depósitos para liberar liquidez -desafiando las expectativas del mercado-. El PBOC, en cambio, está empleando herramientas reguladoras poco convencionales -como operaciones de liquidez de corto plazo, líneas de crédito permanentes y contratos de recompra- para impulsar la oferta monetaria, lo que llevó la tasa de recompra a un mínimo de diez años. Claramente, inclusive con los especuladores externos respirándole en la nuca, el PBOC sigue adelante con su compromiso de estabilizar el tipo de cambio y promover, a la vez, sus objetivos orientados al mercado. Los inversores deberían tomar nota. Los líderes de China tienen muchos desafíos por delante y una mejor comunicación con los mercados podría ayudar a superarlos. Afortunadamente, parece que los líderes de China reconocen este imperativo y se esfuerzan por cumplirlo. No obstante, es razonable preguntarse si, en caso de que la actual agitación monetaria perdure, el compromiso de los responsables de las políticas de China con la liberalización financiera y la internacionalización monetaria decaerá. Es de esperar que eso no suceda. no se debe desaprovechar.

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