
Han pasado ocho días desde que se anunció por parte del presidente del Congreso la fecha del 2 de marzo para dar inicio al debate de investidura del candidato Pedro Sánchez. Patxi Lopez eligió ese día, a ojo de buen cubero por lo que ahora hemos sabido, porque era la fecha exacta en que se cumplía un mes desde que el Rey propuso formal y constitucionalmente a Sánchez para que se sometiera a la investidura, cosa que ocurrió el 2 de febrero pasado.
Como aquella noche de vértigo y conexiones en directo en las televisiones tanto el candidato como el presidente de la Cámara se comprometieron a dejar pasar "tres semanas o un mes" para que fructificaran los pactos que pudieran garantizar la investidura, el 2 de marzo era el día señalado y así se anunció a los españoles.
Convirtiéndose en metáfora y síntoma de lo que está ocurriendo en este momento peculiar de la historia política de España, los hechos que se han producido después de aquél anuncio obligan a modificar la fecha y la forma en que se iba a celebrar el solemne debate de investidura. Alguien en los ocho días que han pasado desde entonces ha descubierto que los plazos legales marcados por la Constitución y el Reglamento del Congreso impedirían, con los días elegidos inicialmente, que las elecciones generales en caso de que se tuvieran que convocar fueran el domingo 26 de junio, lo cual desembocaría en una convocatoria electoral por primera vez en la Historia en un lunes, el 27 de junio.
No se ha explicado quién ha sido ese actor legalista que se sabe los reglamentos y las disposiciones en vigor, pero debemos creer que existe. Y que ha justificado su existencia para que no se produjera un incumplimiento de la ley. ¿Es un diputado que se lee la letra pequeña que otros ignoran, un funcionario del Congreso o un letrado de la Cámara? Sea quien sea, ha alertado a López para que adelante el inicio de la sesión al día anterior, el 1 de marzo, para que cuadren las exigencias legales con los deseos políticos.
El resultado del ajuste es un debate diferente a los que recordamos, con la primera sesión que incluye el discurso de investidura del candidato que se celebrará por la tarde. Eso permitirá a los portavoces de los grupos emplear la noche entera si así lo desean en preparar sus réplicas a Pedro Sánchez, o irse a dormir soñando con sus minutos de gloria venideros. Será el miércoles día 2 la jornada en que se debata en duras intervenciones la posición de cada grupo, dejando la votación para el final de las réplicas y dúplicas. Lo cual abre la siguiente muesca del presente galimatías parlamentario: si la primera votación concluye sin mayoría absoluta, como es previsible, la segunda debería ser a las 48 horas, en la noche del viernes 4 de marzo. Dado lo intempestivo de ese momento en la lógica parlamentaria, Patxi López ha tenido a bien retrasar al sábado esta segunda votación en la que sólo será ya necesaria la mayoría simple para que el candidato se convierta en presidente del Gobierno. Suponemos que ahora habrá sido advertido de que el plazo legal son 48 horas después, no a partir de 48 horas después de la primera votación.
La conclusión de todo esto, una vez más, es que la pose está reñida con la pesada burocracia legalista. Para que cuadraran los compromisos adquiridos en una noche de frenesí político y televisivo se estableció una fecha imposible. Y ha sido modificada.