
"Las redes sociales... Qué cosa tan demencial. Hace apenas cinco años no existían y hoy parece que el friki es quien no tiene al menos dos" escribía la actriz Clara Lago en El País, en un breve artículo de opinión en el que defendía... bueno, defendía a Dani Rovira, porque la "reflexión profunda" que decía haber tenido la autora no se tradujo en la argumentación de ningún valor o idea sino en una acumulación de tópicos más o menos veraces que abonan la desconfianza hacia el espacio público que son las redes sociales.
Su artículo es un buen ejemplo de lo que Umberto Eco llamó "cogito interruptus" (pensamiento interrumpido o inconcluso), una argumentación en la que "símbolos y síntomas deben ser arrojados a puñados como peladillas, en vez de alinearlos ordenadamente como las bolitas de un abaco", un mensaje "poco definido en que sumergirse alucinatoriamente". Y aunque no haga falta echar mano de los textos de Eco para refutar a Lago, me lo van a permitir, ya que son días de duelo y memoria.
En Apocalípticos e Integrados, Eco usa particularmente la expresión cogito interruptus para referirse a la obra de Marshall McLuhan y su máxima por excelencia "el medio es el mensaje". Esa misma idea (aunque con distintas implicaciones) parece desprenderse del texto de Lago, "el medio es el mensaje". Las dolencias se acumulan como peladillas y no está clara otra cosa que el medio donde se dan esas dolencias y que debe de ser responsable de las mismas, las redes sociales.
Pese a lo que plantea Lago, las redes sociales existían hace cinco años y hace 3.000. Las redes sociales ciberneticas toman su nombre de las redes sociales "naturales". Y las redes se adaptan a las sociedades en que funcionan y viceversa: En el medievo los universitarios se carteaban; en los 80, los radioaficionados trasnochaban en sus arcaicos "grupos de chat"; y, a mediados del XIX, cuando Darwin presentó su origen de las especies, le salió un troll en Badalona que le puso su cara al primate de la etiqueta de Anís del Mono. Los trolls también han existido siempre.
La socialización está hoy íntimamente ligada a los desarrollos tecnológicos en Internet. Así que sí, en muchos casos, quien no está en estas redes sociales tiene más dificultades para socializarse plenamente o, dicho con las palabras de Lago, "parece el friki". Cuando yo era niño, al "pardillo" no le invitaban a las fiestas de cumpleaños ni le escogían en los partidillos de fútbol del colegio, hoy nadie interactúa con él en Facebook ni le incluyen en los eventos y grupos privados. ¿qué tiene de perverso el nuevo modelo que no tuviera el anterior?
Leamos otra "peladilla alucinante" de Clara Lago: "Y yo me pregunto: ¿quién hace las normas? ¿Por qué se puede censurar una fotografía de un pezón (femenino, que no masculino) en Instagram y sin embargo se permiten este tipo de agresiones virtuales? ". Las normas, como todos sabréis, las pone cada ciudadano en su vida sin interferir con las normas que nos damos todos a través del Estado. Podemos pedir a Facebook e Instagram que permitan mostrar los pezones pero dependerá de ellos siempre que no intervenga el Estado. Pero no depende de Facebook ni de Twitter que se pueda injuriar, calumniar, acosar, amenazar o llevar a cabo cualquier otro comportamiento ilícito. Eso ya está cubierto y vigente en todo el territorio español. Así que no deberíamos temer tanto por nuestros derechos, están ahí y podemos reclamarlos para reforzar su vigencia y, de paso, mejorar el espacio público.
Leer para refutar
Cualquiera que lea el texto de Clara Lago encontrará espacios de acuerdo con ella, porque algunas afirmaciones son razonablemente veraces y porque se presentan como un cogito interruptus, un montículo de ideas al que el lector da forma añadiendo los conectores apropiados. Pero conviene huir de la experiencia alucinatoria para dar respuestas adecuadas y proporcionadas a realidades concretas.
Como dice Eco de McLuhan, es útil la postura de Lago porque, "aunque se las despache en forma desordenada, las buenas junto con las malas, las ideas siempre llaman a otras ideas, al menos para ser refutadas". Pero no, entender que "el medio es el mensaje" (que Twitter predispone a la ofensa) no arregla nada. Las sociedades buscan espacios de convivencia y la convivencia en los espacios públicos (en el metro, en las bibliotecas, en el cine) no siempre es fácil. Y no pasa nada. No vivimos en ninguna "ciudad sin ley", lo judicializable se lleva a los tribunales y el resto se acuerda con diálogo.
Así que haced como sugiere Eco con McLuhan, leed a Clara Lago "pero intentad luego contarlo a vuestros amigos. Así os veréis obligados a seguir un orden y despertaréis de la alucinación".