A Albert Rivera le puede pasar lo mismo que a la cerveza, que un tiempo después de servirse se queda en nada. Al menos eso es lo que cree Mariano Rajoy, que ha fijado como su principal rival al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Tras los magníficos resultados de Ciudadanos en Cataluña con Inés Arrimadas, la mayoría de analistas los han proyectado al conjunto nacional. Hasta el punto de que los más atrevidos han asegurado que el mundo económico apuesta por una nueva hegemonía entre Ciudadanos y PSOE. Ahondando en esta tesis, los sondeos de opinión después del 27-S indican que se habría producido un triple empate, mientras que el partido de Pablo Iglesias, que hace tan solo unos meses ocupaba el primer lugar, estaría en cuarta posición. El PP, por tanto, sería la formación política que más sufre el llamado "problema catalán" y cada día se aleja más de la posibilidad de mantenerse en el poder.
Ante tal panorama, y jaleado por el aparato mediático socialista, el líder de Ciudadanos se ha mostrado soberbio hasta el extremo de afirmar que no formará parte de un Gobierno que no presida él mismo. Como dijo Séneca, "una persona inteligente se repone pronto de un fracaso; un mediocre jamás se recupera de un éxito". Es posible que a Rivera le suceda lo mismo que a Rosa Díez. La política española está desconcertada ante el cambio y es lo suficientemente volátil como para que resulte una temeridad echar las campanas al vuelo, o, si no, que se lo pregunten a Pablo Iglesias. Como en la película de Edward Dmytryk, el joven dirigente de C´s podría está sufriendo un Espejismo (1965) como le ocurrió a Gregory Peck con Diane Baker. Si fuera capaz de pararse un instante a analizar la situación se daría cuenta de que es demasiado joven, que carece de experiencia de gestión y que es un recién. Ciudadanos es un partido sin aparato y con escasa presencia en provincias, que es donde se ganan los diputados. Rajoy no cae bien, no tiene una sonrisa bonita y no es ni joven ni guapo. Pero sabe gestionar, tiene el aval de haber sacado a España de la crisis y tiene un discurso de firmeza ante el desafío soberanista de Artur Mas. Como se dice en el mus: hasta el rabo todo es toro.