
Las elecciones autonómicas en Cataluña constituyen una de las grandes incertidumbres políticas en la Eurozona. Blackrock, la mayor empresa de gestión de activos del mundo, lo dijo así la semana pasada. En estas elecciones se dio una participación récord del 78% del censo. Los separatistas alcanzaron el 47,8% de los votos y un total de 72 escaños en dos diferentes candidaturas, por encima de la mayoría absoluta del Parlamento de Cataluña (68).
Luego, no hay mayoría de votos separatistas -perdieron su "referéndum"- pero pueden continuar en el Gobierno de la Generalitat y elevar a mayores su desafío al Estado de derecho y a la democracia española.
En el activo de los separatistas están: un Gobierno regional sin límites, 1.952.482 votos, 530.000 desfilantes uniformados, los medios de comunicación regionales así como su acreditada capacidad para hacer daño a Cataluña, a España y a la Unión Europea. En el pasivo de los separatistas están: la realidad, la legalidad, las instituciones de España, de la Unión Europea y del mundo y el 52,2% de los votantes catalanes.
Ante este escenario ¿cómo van a reaccionar los diferentes agentes? ¿Cuál puede ser el comportamiento del Estado español y, en particular, de su Gobierno central? ¿Cuál puede ser la dinámica de la economía y, en particular, del mercado financiero?
Desde el punto de vista político, lo que vaya a ocurrir dependerá de qué hagan los grupos separatistas: ¿se entenderán rápidamente para formar su gobierno? ¿Demorarán su acuerdo y con ello pospondrán su "declaración de independencia" hasta después de las elecciones generales españolas de diciembre? O bien, al revés, si los independentistas catalanes barruntan que de estas elecciones podría salir un Gobierno español sólido -ya sea sólo del PP o del PSOE o de una coalición de ambos y/o con Ciudadanos- ¿precipitarán su "hoja de ruta"?
El Gobierno de España y la economía se comportarán según lo haga el Gobierno separatista de la Generalitat, y según sea su diagnóstico, pronóstico y estimación del riesgo catalán. Hasta ahora, por décadas los gobiernos de España desearon y lograron no ver ni oír, ni hablar ni hacer. Esta actitud persistente ha propiciado la mayor crisis que la democracia española deberá afrontar. ¿Con homeopatía o con cirugía?
Por su parte, los mercados financieros reaccionaron al desafío catalán, primero con firmeza en su creencia que la separación de Cataluña no se producirá, y desde hace tres meses con el alza de la prima de riesgo de España y un encarecimiento de la financiación del Estado y de las empresas. En esta reciente campaña electoral los agentes económicos y financieros han expresado de forma meridiana y unánime su advertencia de las consecuencias nefastas para la economía de una separación de Cataluña.
Tras estas elecciones el panorama no es muy halagüeño para el Estado de derecho, la estabilidad política, la cohesión social y la dinámica económica. Cataluña y por extensión España, así como en diferentes grados el resto de Europa y del mundo, entran en un escenario de graves incertidumbres. El riesgo político y el financiero catalán se mantendrán y pueden crepitar.
En este otoño de alta energía política, con las elecciones catalanas y luego con las españolas, la democracia española afronta su reválida. La calificación obtenida en el primer examen ha sido insuficiente. El estrés en la política catalana, en la economía española y acaso en los mercados financieros, puede ser notorio. Esperemos que la democracia española pase en diciembre su segundo examen otoñal y supere así su reválida.
En consecuencia, a la vista de su ínfima probabilidad, los mercados seguirán descontando la no separación. Pero, a la vista de la persistencia del desafío independentista, los mercados también descontarán el precio de la inestabilidad política, institucional y social. Por tanto, no habrá crash económico por secesión; pero sí habrá recesión económica por confrontación. No Kosovo, pero sí Quebec.
Hubo posibilidad para un aterrizaje suave de los separatistas catalanes, si las fuerzas constitucionalistas hubieran obtenido mayoría en el Parlamento regional. No fue así. De modo que empieza el tiempo de descuento hasta el aterrizaje final. En esta crisis catalana, entramos en zona de turbulencias: abróchense los cinturones y ojalá sean menores los daños colaterales para las empresas, el empleo y las personas.