
En este otoño parece que se precipita el ocaso del separatismo catalán o por lo menos que su desafío a la democracia española entra en la fase de desenlace. Desde hace años, inestabilidad política, confrontación social y decadencia económica hacen mella en Cataluña. Centenares de miles de personas han demostrado repetidamente en la calle hasta qué punto somiaven truites (creer posible lo que es irrealizable).
Regados prolijamente con propaganda y subvenciones públicas, los separatistas catalanes han levantado un conjuntado ejército de 500.000 radicales, insumisos, uniformados y creyentes en una nación nueva y en que no hay razón, ley ni fuerza que los pare. La próxima estación del vía crucis catalán son las elecciones de este domingo 27 de septiembre, cuando los catalanes elegirán a los 135 diputados de su Parlamento. La principal coalición electoral propone la independencia de Cataluña del resto de España. Más exactamente, su lema escrito no es la independencia sino Junts pel Sí...
Si en estas elecciones regionales los ciudadanos catalanes constitucionalistas suman 68 ó más diputados, el desafío de los separatistas a la democracia española comenzará a pasar a la historia. Si los independentistas vencen en escaños y/o en número de votos, todo se complicará extraordinariamente y el desenlace se demorará y será severo. Si los separatistas ganan y deciden iniciar su particular ascensión, el aterrizaje de Cataluña puede ser inmediato y drástico: aplicación del artículo 155 de la Constitución Española y/o de varios artículos del Código Penal.
La publicidad separatista dice Fem-ho (hagámoslo; sic) y que están Preparats. No precisan para qué están preparados, pero para ellos es evidente: para desconectar de España, para ser un nou país sin ni un solo reconocimiento internacional, para echarse al abismo con los corruptos y radicales totalitarios, para dejar de comerciar con el resto de España y del mundo, para quedar fuera de la Unión Europea y fuera del euro, para el corralito financiero y para el crack económico, social y político.
Afortunadamente, aunque los independentistas sean muy visibles y estén super movilizados en su jaque mate al Estado español, no dejan de ser una minoría. No obstante, evidentemente, son muchísimos, son demasiados aquéllos a los cuales les han sorbido completamente el entendimiento y carecen de capacidad para reconocer la realidad. Cataluña y el conjunto de España tienen, pues, un gravísimo problema. La cuestión, más que política y constitucional, es de orden público -es un golpe de Estado de un gobierno regional, con 500.000 figurantes-, de confrontación social entre catalanes y de desgarro personal.
Sin duda, los separatistas catalanes no están preparados para el aterrizaje, ni para el suave ni para el drástico. Semana final de la presente estación del vía crucis catalán: casi todas las cartas están ya sobre la mesa. Están los partidos con su propaganda, la secesionista repetida hasta el colmo en las televisiones y diarios regionales subvencionados por el régimen, que son todos.
Están los líderes internacionales -desde el presidente de los EEUU hasta la canciller alemana, pasando por el premier británico y el presidente y el primer ministro de Francia, así como los presidentes del Consejo, de la Comisión y del Parlamento Europeos-.
Todos y cada uno se han pronunciado explícitamente en contra de la independencia de Cataluña, a favor de la integridad territorial de España y de la fortaleza de su Estado de derecho. Están también sobre la mesa los comunicados de las entidades y líderes empresariales de España, todos a favor de la estabilidad y de la Constitución Española.
Todo está, pues, dispuesto para que el gran ausente, el gobierno de España, salvaguarde la democracia española haciendo valer su derecho en todo el territorio y defendiendo los derechos de los catalanes. Todo está a punto, pues, para que la democracia española pase su reválida.
Por consiguiente, la opción para Cataluña y por extensión para España es: aterrizaje suave o aterrizaje trágico. Si los catalanes votan constitucionalista, Cataluña tiene la posibilidad de aterrizar sosegadamente. De ganar los separatistas, el aterrizaje dependerá de la hoja de ruta del Gobierno de la Generalitat: una 'declaración unilateral de independencia', un 'proceso constituyente' de una república catalana o una muy incierta negociación con el Gobierno español. Las dos primeras posibilidades son semejantes: una es explícita y llevaría al Estado español a intervenir ya; la otra es implícita y alargaría el desenlace.
La tercera posibilidad, la negociación, es jaleada por federalistas, defensores de la tercera vía y otros intermediarios perpetuos y sobrevenidos. Asevera que hay un conflicto de encaje de Cataluña en España, y que puede o debe resolverse con la política, el diálogo y una reforma constitucional. La negociación que auspician versaría no sobre la independencia de Cataluña sino sobre la Constitución Española, en aspectos como nación, bilateralidad, asimetría, concierto fiscal, blindaje de la lengua, la educación y la justicia, y la presencia en la Unión Europea.
Cuatro escenarios
Este domingo veremos, pues, cómo en este contexto votan los ciudadanos catalanes. Luego veremos cuál de estos cuatro escenarios se concreta, del aterrizaje con seny a la tragedia: en primer lugar, una coalición de partidos constitucionalistas al frente de una Generalitat de Catalunya asentada en la legalidad; en segundo lugar, una apertura de una reforma de la Constitución, sujeta al resultado de las elecciones generales españolas de diciembre.
Por otra parte, una mayoría separatista sin declaración de independencia; en cuarto lugar, una mayoría separatista con declaración de independencia y seguida de la aplicación de la Constitución y del Código Penal; y por último una mayoría separatista con declaración de independencia y sin aplicación de la Constitución y del Código Penal.
En este último escenario, el desenlace del desafío separatista se prolongaría, de modo que el aterrizaje sería tremendo y los daños mayúsculos para los catalanes: al fin, el crack económico y el caos político devorarían a la hipotética república catalana.